Fue en la primavera de 2009 cuando Naoko Ogigami logró impactar al público de Barcelona. La proyección de Megane – Glasses cosechó una acogida inusitada para tratarse de comedia japonesa. No alcanzó, por supuesto, al público mayoritario, pero si a un grupo de espectadores entendido y fidelizado en torno al cine de procedencia asiática.
Los primeros años de este siglo comenzó con cierta efervescencia en este sentido, y esa inquietud se canalizó en la ciudad condal a través del Barcelona Asian Film Festival. Un ambiente que, lamentablemente vería su fin de forma abrupta poco después. La siguiente edición, en 2010, sería la última del BAFF. La despedida de un festival tan querido por muchos de nosotros se produciría mediante una sorpresiva nota de prensa, faltando apenas unos meses para la que debía haber sido su decimotercera edición. Fue así como, de la noche a la mañana, el ambiente que se había ido conformando durante una década se deshizo como un azucarillo en agua caliente.
La experiencia de ver Megane en el BAFF me dejó un recuerdo indeleble. En primer lugar, a nivel personal, por la agradable velada de risas y buena compañía que me proporcionó. También, y esto es no poco importante, porqué contribuyó a orientar mi aproximación al cine japonés en lo sucesivo: una sala abarrotada y disfrutando entre carcajadas de una comedia japonesa. ¿Pero no habíamos quedado en que el humor nipón es algo inasumible para el público extranjero? ¿Acaso el cine japonés es algo más que los autores clásicos, las katanas y los animes? ¿Y qué es esto de una autora, así, en femenino?
Pese al potencial viento en contra, el revuelo que causó esa sesión inaugural del BAFF 2009 se saldó con la apresurada programación de una proyección extra. Sesión que volvió a agotar el papel en taquillas y a desbordar el entusiasmo. Estábamos siendo testigos de cómo la exposición prolongada a una manifestación artística, en este caso el cine japonés, independientemente de su lejanía cultural, generaba comprensión, reconocimiento de unos códigos. El público habitual del BAFF acogía el film sin extrañeza. Con la misma familiaridad con que asumimos una persecución policial por las empinadas calles de San Francisco o las cuitas cotidianas de una familia afroamericana de clase media en un suburbio residencial de New Jersey. Ambientes y situaciones que, sin formar parte de nuestra cotidianeidad, se nos han hecho asumibles por la percusión constante del cine made in USA.
Megane rompió no pocos esquemas y me llevó al interés por la obra previa de Naoko Ogigami. También he seguido sus evoluciones posteriores, que culmina en su última presentación. Un nuevo trabajo que ya está dando que hablar. Mucho y para bien.
Close Knit llega a la cartelera japonesa
Cinco años de silencio cinematográfico han quedado atrás con la presentación Close Knit. Un trabajo que muestra que el periodo de inactividad tal vez fuese algo más que un periodo desaprovechado para el crecimiento de Ogigami como realizadora. En su comparecencia en el Foreign Correspondents Club de Tokio, Ogigami afirmaba haber tratado de huir con este film de las etiquetas que se le habían asignado.
A su cine se le ha querido buscar, de forma impostada, una esencia de feminidad con la que la autora parece no sentirse cómoda. Se habla menos de la calidad de su trabajo que de su supuesta mirada como mujer. Es más, este exceso de atención al aspecto del género ha fundamentado no pocas críticas respecto a una cierta, frivolidad.
Se señala en sus películas una cierta orientación temática y estética relacionada con una determinada concepción de la moda y el consumo. Un concepto que, a su vez, pretende ligarse en exclusiva a supuestas inclinaciones propias de las mujeres, alejada de la conciencia social y política con que supuestamente se debe tratar los asuntos realmente serios… Prejuicios del ambiente crítico que personalmente no comparto pero que, en cualquier caso, quedan definitivamente dinamitados e esta película. Irónicamente, Ogigami logra deshacerse del prejuicio de género al construir un sólido discurso entorno a la significación del género. Una exploración sobre la identidad individual a partir de la problemática social del colectivo LGTB.
Un estilo reconocible, pero renovado
En su buscado alejamiento de la forzada categoría de «cine de sanación espiritual», comúnmente asociada con la idea del consumo snob de productos con etiquetado de ecológicos –sírvase el lector interesado en ampliar información al respecto en el libro Japanese Cinema in the Digital Age– Ogigami ha elaborado, con precisión de relojera, una narración sólida y efectiva. Un film redondo con el que demuestra haber alcanzado la plena madurez como cineasta.
En el buscado cambio de registro, el peculiar ritmo que ha venido caracterizan las películas de la directora se mantiene inalterado. Lo que sí se deja notar es cierto viraje al realismo, una ausencia de esos momentos excéntricos que has… Un momento. Uno de los momentos climáticos es una batalla de penes en familia… Tal vez deba pensármelo mejor por unos segundos y reescribir esta frase… Ya. Lo que sí se deja notar es un cierto viraje al realismo, una ausencia de esos momentos excéntricos, sí, que hasta el momento han distinguido la trayectoria de Ogigami. El verismo de lo narrado queda reforzado por el confeso origen del proyecto. Se trató de una noticia en prensa sobre una adolescente atrapada en un cuerpo masculino. Deprimida por no poder desarrollar el busto como sus amigas, su madre decide confortarla tejiéndole unos pechos de lana para que los use dentro del sostén.
La narración, no voy a ser especialmente ingenioso en ésta afirmación, está maravillosamente tejida. Vamos, que el guion no deja puntada sin hilo. Pese a lo evidente de la metáfora, en la actividad de tejido de punto como trasunto del estrechamiento de lazos afectivos, Ogigami encuentra, lo volveré a hacer, el perfecto hilo conductor para reflexionar sobre la esencia de la familia. Consanguineidad, afecto, estereotipos y roles de género, discriminación por orientación sexual… En fin, los que demandaban temas serios a la autora quedan bien servidos con este menú.
Pero no solo se trata de temas relevantes. Está además tratados con exquisito respeto. Aparecen momentos de comicidad, pero nunca de burla. El chiste fácil queda arrinconado por la sutileza y la reflexión inteligente.
Reparto estelar
Ogigami ha contado siempre con repartos muy apreciables. Ha tenido como habituales a Satomi Kobayashi o Masako Motai. Puntualmente a reclutado nombres tan respetables como los de Hairi Katagiri, Mikako Ichikawa o Maho Yamada. Esta vez es un Ikuta Toma quien encabeza el reparto y concentra los elogios. Personalmente, su interpretación no me resultó tan estimulante como parece haber sido para el grueso de la crítica. Simplemente correcto en un personaje propicio para el lucimiento, de esos que en una producción norteamericana garantizan nominación al Óscar. Donde el casting es un acierto demoledor es con Rinka Kakihara, la niña coprotagonista. No solo lleva el peso principal del relato, sino que lo hace con un desparpajo asombroso.
Hay un momento culminante hacia el final del metraje, resuelta con un interminable plano secuencia. Un plano abierto con cuatro personajes en una estancia. En una esquina de la pantalla, la chiquilla presencia una escena familiar en silencio. Los adultos discuten, se reprochan cosas, reaccionan con aspavientos. La niña, inmóvil hasta casi el final, los eclipsa a todos. La directora confesó en la rueda de preguntas que todos habían ensayado la escena hasta el último detalle. La niña no pudo por obligaciones legales (los niños tienen un límite de horas de trabajo y deben ir a la escuela). No hizo falta repetir la toma, salió a la primera.

La película tendrá una difusión considerable a nivel doméstico. Sorprende, y ya lo celebramos, que el conservador sistema de distribución apueste por este producto de cierto riesgo temático. También ha contado con una proyección en Berlín, al parecer saldada con una cálida acogida. Esperemos que sean indicios de un recorrido tan exitoso como la calidad del filme merecería.
Fuentes:
- Textos consultados: Wada-Marciano, Mitsuyo (2012). Japanese Cinema in the Digital Age. Honolulu: University of Hawai’i Press. | Texto creado por Jose Montaño
- Imágenes extraídas de: Nikkatsu | Imágenes tomadas por Jose Montaño