yurei

Criaturas fantásticas del Japón: el yūrei y sus tipologías

El yūrei, o fantasma japonés, es una figura elemental para el folclore de aquella nación. En testigos manifiestos de ello se erigen las diversísimas formas de concebir el Arte, ya sea escénico, pictórico, literario, o sobre todo cinematográfico, todos lienzos, en suma, donde los relatos sobrenaturales han transitado helando la sangre de aquellos que los consumen.

El nacimiento del espectro en Japón se relaciona con conceptos religiosos en mayor término que ocurre en Occidente. Este asunto es muy complejo porque depende de la coyuntura histórica, pero podemos llegar a determinar que el primer yūrei surgió debido a una serie de negligencias cometidas en los ritos mortuorios para hacer trascender el alma de alguien. Dichos fallos generaban un desasosiego en los familiares del difunto, que a buen seguro lo imaginaban encolerizado porque su rei («espíritu») no podía descansar en paz.

Con la llegada del budismo, otros factores se convirtieron en determinantes para generar un fantasma, aunque ninguno tan esencial como el omoi, un sentimiento desbocado, de cualquier índole o naturaleza, padecido justo durante el prolegómeno de la muerte. Esa pasión sin límites es la transgresión por excelencia según la mayoría de ramas y sectas budistas, por lo que es coherente imaginar cómo aquellos que sienten demasiado se condenan a enquistarse en nuestro mundo privados del ciclo de reencarnaciones o rinne. 

Kasane
Espectro del pantano de Kasane, 1852. Utagawa Kunisada.

La imaginería del yūrei comenzó a definirse a partir de finales del s. XVII gracias a la popularización de las láminas ukiyo-e y las escenificaciones kabuki. Uno de los paradigmas claves es Oiwa, la desgraciada protagonista de la obra Tokaido Yotsuya Kaidan, que portaba un katabira blanco, un espectacular maquillaje facial azul flúor, y por encima de lo demás, un cabello largo y encrespado. Aquel espectro consumido por la venganza hacia su marido Tamiya Iemon constituyó la base sobre la que se sustentó toda la retahíla de espíritus que inundaron las pantallas de todo el mundo con la J-Horror wave de finales de los 90.

A continuación repasaremos algunos de los tipos de fantasma japonés más destacados.

TIPOLOGÍAS DE YUREI

Ame Onna

Literalmente «mujer de la lluvia». La Ame Onna es un yūrei cuya esencia bascula entre lo fantasmal y las manifestaciones naturales, razón por la que muchos entendidos la consideran una diosa menor caída en desgracia.

Desde luego la existencia cultural del ente es superflua, pues no vendría más que advertir sobre los peligros de exponerse a una lluvia torrencial. Con todo y ello, nosotros hemos decidido otorgarle aquí el tratamiento de yūrei por su aspecto totalmente canónico, así como por no terminar de entender las razones que podrían llevar a una deidad de la lluvia a verse defenestrada en el aún consuetudinario periodo Edo.

Su aspecto es el de un yūrei con el katabira y el pelo empapados.

Aoi Nyobo

La Dama Azul es un fantasma caracterizado por morar en los abandonados palacios de Heian. Siempre es mujer, y es muy reconocible por vestir unos lujosos kimonos pasados de moda o quizá deteriorados por el paso del tiempo. Al fin y al cabo, su figura grotesca, patética y descontextualizada sirve perfectamente como recordatorio del contraste existente entre lo que la mujer consiguió antes del siglo XII y su decadencia posterior. Como curiosidad, Kenji Mizoguchi se inspiró en la Aoi Nyobo para encarnar el personaje de Wakasa en Cuentos de la luna pálida (Ugetsu Monogatari, 1953), aquella dama espectral que casi consigue comprometer el futuro del alfarero Genjuro.

Goryō

Literalmente, «espíritu distinguido» (Go 御, insigne; y Ryō 霊, fantasma, espectro). Los goryō se caracterizan por dos condiciones indefectibles: primero, son los únicos yūrei de innegociable sexo masculino; y segundo, todos pertenecían a la elite aristocrática. Si concentramos sus apariciones en la literatura y la cultura popular, estas se limitan al periodo Nara y Heian, recordémoslo, ciclos en donde la mujer disponía de una mayor libertad de acción. El poder de estos espectros era inmenso, y generalmente se hallaban capacitados para controlar los elementos, el tiempo, y el clima a voluntad. Finalmente, su naturaleza se generaba a raíz de traiciones políticas o cuentas pendientes surgidas en el seno mismo del Palacio Imperial o los ministerios.

Sugawara no Michizane es uno de los goryo más célebres de Japón.

Ubume

Espectro de una mujer fallecida durante el parto o en situaciones traumáticas junto a su hijo recién nacido. Se puede dar la circunstancia de que el bebé sobreviva a la madre, en cuyo caso recibiría la visita de esta en forma de sombra para agasajarlo con pequeños regalos.

Es interesante destacar la posible imbricación de la ubume con otros tipos de espectro. Por ejemplo, y a pesar de ser definida como un onryō, Oiwa alberga varias características de ubume, hasta el punto de aparecer como tal en el ukiyo-e de Kuniyoshi Utagawa, El Fantasma de Oiwa (1836).

 

Gaki

 Asimilación japonesa del preta hinduista. En línea parecida a lo que llevamos viendo, los gaki son espíritus cuya vida terrenal se corrompió a base de desear algo fervientemente. Su figura aparece en la literatura desde mediados del siglo XIII, más concretamente a través del Kokonchomonshu, una relevante crónica compuesta por episodios cortos que, como otras tantas obras japonesas, tan sutilmente mezclaban lo terrenal y la fantasía.

Funa Yūrei

Se trata de los fantasmas de aquellas personas ahogadas en el mar. Los sentimientos de angustia y pánico previos a sus muertes resultan fundamentales para entender la concepción de esta tipología. Ello les genera un carácter avieso y maligno, estando siempre deseosos de arrastrar a los vivos junto a ellos con el fin de compartir su desazón. Para conseguirlo, pueden agarrar de los brazos a los pescadores o bien intentar llenar la embarcación de agua por medio de grandes cubos de madera. No obstante de ese leve índice de venganza, su poder e influencia son netamente inferiores a los del onryō o el goryō.

Este tipo de espectro fue presentado por el «Master of Horror» Norio Tsuruta en el mediometraje Crucero de ensueño (Dream Cruise, 2007).

No estaría de más nombrar la existencia de un espíritu parecido al funa yūrei llamado iso onna, aunque en este caso la entidad prefiera alimentarse de la sangre de aquellos incautos que se acercan a admirar su desnudez.

Onryō

Kakako de Ju-on es, junto a Sadako y Oiwa, el onryō por excelencia.

Sin ningún género de dudas, el fantasma japonés más popular y con mayor presencia en las artes escénicas. Se trata de una esencia espiritual eminentemente maligna corroída por la venganza, en condiciones normales focalizada hacia su pareja masculina. El grado de ira y peligrosidad en esta tipología es variable, pues en ocasiones la maldición remite con la muerte de la víctima en cuestión, en otras afecta también a los familiares del desgraciado, o incluso como sucede con Kayako y Sadako, el mal puede extenderse indiscriminadamente impregnando a personas inocentes.

Los onryō suelen ocasionar confusiones con los hannya con quienes comparten al menos similitudes en su origen y modus operandi. No obstante, debemos recordar la naturaleza demoniaca del segundo ente, remarcando que ese tipo de oni necesita de un huésped vivo para existir. Por su parte, el onryō en ningún instante deja de ser el espectro de alguien muerto.

Kuchisake Onna

La «mujer de la boca cortada» comparte honor con el kappa por ser una de las dos únicas criaturas fantásticas de las que aún se recogen avistamientos en el Japón actual. Quizá el fenómeno se explique por el auge del creepypasta en las redes sociales durante los últimos años, pero en realidad su origen se remonta hasta el bakufu Tokugawa. Muy en la dinámica de lo que llevamos visto, el cuento popular recoge cómo a la bella esposa de un samurái le fueron sesgados los carrillos con el fin de simular una espantosa sonrisa. Las versiones no concluyen si el motivo para tal barbarie se debió a una infidelidad de la mujer o simplemente a algún espontáneo brote de irascibilidad del marido, pero todas se ponen de acuerdo en resaltar la belleza de la dama antes de ser «kuchisake».

Supuestamente, el espíritu de esa mujer se presenta ante un incauto varón luciendo algún tipo pañuelo o mascarilla. A continuación el espíritu le preguntará a su víctima si es o no hermosa, a lo cual siempre se responde que sí, pues a pesar de tener el rostro semicubierto, el conjunto de rasgos visibles la sugieren como una mujer deslumbrante. Pues bien, una vez se le ha contestado afirmativamente el fantasma se quita la máscara y procede a formular de nuevo la pregunta. Lo paradójico de todo esto es que, independientemente de lo que se replique, en esta ocasión el yūrei cortará las mejillas de su desgraciado acompañante.

La popularidad de la criatura no solo le ha valido para ser la siniestra protagonista de varios filmes en Japón –Gakko no Kaidan, Kuchisake, Carved…–, sino que también ha exportado su particular y mutilado rostro al extranjero. Muestra de ello son la cuarta temporada de American Horror History y la reciente adaptación del comic de DC Constantine.

Hone-onna

La hone-onna  –literalmente «mujer de hueso»se trata de un espectro que adopta la forma de una bella geisha con el fin de atraer a los hombres y manipularlos a su antojo. Su figura ha aparecido en multitud de soportes artísticos y narrativos, aunque tal vez ninguno tan trascendente como el relato corto escrito por Ango Sakaguchi En el bosque bajo los cerezos en flor.

Yuki Onna

La mujer de las nieves según Clamp.

Con la mujer de las nieves ocurre algo similar a lo comentado en el apartado de la ame onna; es complejo discernir si nos hallamos ante un tipo específico de yūrei o quizá una especie de fuerza de la naturaleza. Si nos atenemos a su aspecto, podría considerarse un fantasma perfectamente, aunque ciertos detalles inducen a pensar que no estamos ante un shiryō convencional. Por ejemplo, la yuki onna se caracteriza por la esbeltez de su cuerpo y la antinatural belleza de su rostro, rasgos que la alejan de la deformidad inherente a la corrupción propia de los yūrei. No obstante, replicar lo anterior se nos antoja muy sencillo; si el cuerpo de un fallecido en el hielo no se pudre gracias al frío, ¿por qué habría de hacerlo su proyección espiritual?

Por otra parte, la alineación moral de este espíritu nunca deja de ser caótica. Son famosos los relatos donde, actuando como entidad benefactora, ayuda a los peregrinos perdidos en la montaña, aunque quizá sean más numerosos aquellos que le atribuyen inclinaciones vampíricas, como es alimentarse de la sangre o energía vital de los humanos. Pero ya sea el vengativo espectro de una fallecida por congelación o un yōkai de las nieves, no podemos acabar sin mencionar que este personaje inspiró uno de los cuentos más populares del terror japonés. Así lo creyó también Lafcadio Hearn, que felizmente lo incluyó en su ya para nosotros archiconocida obra. Mucho tiempo después serían nada menos que Masaki Kobayashi y Akira Kurosawa quienes pusieran su objetivo cinematográfico sobre el pálido rostro de la yuki onna; sin duda alguna, y como veremos en una futura entrada, uno de los fetiches visuales más potentes del Japón fantasmal.


Fuentes:

  • Texto creado por Antonio Míguez [CoolJapan.es]
  • Imágenes extraídas de: Pinterest, Yokai.com

Acerca Antonio Míguez

Antonio Míguez Santa Cruz, profesor colaborador honorario de la Universidad de Córdoba y miembro del Grupo de investigación de Frontera Global de la Universidad de Alcalá. Sus líneas de investigación giran en torno al contacto entre ibéricos y japoneses durante los siglos XVI y XVII, así como sobre el Cine fantástico japonés. Ha sido autor de varios artículos de revistas científicas y episodios de libro, además de organizar congresos y seminarios de temática japonesa.

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