Treinta años han pasado desde que Kurosawa inaugurase la primera edición del Tokyo International Film Festival con su esperada y desmesurada Ran. 28 ediciones después (en un principio el certamen se celebró con periodicidad bianual), Ran vuelve a reinar en este festival en una restauración digital que ha de fijar la espectacularidad que su creador, mediante composición pictorialista y explosión de color, pretendió insuflar a la clásica narración shakesperiana. Como comentarista cinematográfico, tal vez no era estrictamente necesario acudir a la proyección del filme, bastaba con reseñar la presencia en el programa de tan bien conocida y ampliamente estudiada pieza. Pero como aficionado, la oportunidad de iniciar la intensa semana festivalera disfrutando de semejante obra en óptimas condiciones de proyección era demasiado difícil de rechazar. Una película tan codiciada como Lowlife love (『下衆の愛』 Gesu no ai, Eiji Uchida), cuyo pase de prensa coincidía en el horario, queda en la recámara al saber que más adelante tendré otras oportunidades de acercarme a ella.

Durante los próximos días vamos a ir dando cuenta aquí de las presentaciones de cine japonés que se produzcan en el certamen. Pero antes de eso, es obligado comentar varios actos y proyecciones de presentación con que la edición de este año del festival calentó motores. Nos alargaríamos mucho entrando a describir cada sección de forma detallada, por lo que nos limitaremos a comentar lo que afecta a nuestro espacio, que la presencia del cine japonés aumenta y se racionaliza respecto a ediciones anteriores. Se mantiene la sección competitiva Japanese Cinema Splash, que examina el estado de la cinematografía nacional más innovadora, mientras que se añade Japan Now, espacio en el que destacar películas que en el último año se han distinguido por sus logros. La sección Panorama, a la que no se le ve una función concreta más allá de la de cajón de sastre que aumente la nómina de películas en el evento, cuenta también con aplastante mayoría de producciones nacionales, que tampoco faltan en Asian Future, para directores debutantes del continente asiático ni por supuesto en la sección estrella, la competición oficial que en esta edición cuenta con tres títulos autóctonos.
En cuanto a retrospectivas, un jugoso recordatorio a Shuji Terayama en el que hubiera sido su 80º aniversario, con cuatro de sus títulos más emblemáticos; un homenaje para el recientemente fallecido Ken Takakura, con hasta diez películas de la extensa filmografía del mito; un programa integral para repasar al completo la popular franquicia animada de Gundam; y en el apartado Japanese Classics, junto a Ran, se recuperan en formato digital cuatro películas de Gamera, al igual que el clásico Conflagración (『炎上』 Enjō, 1958) de Kon Ichikawa, de quien se celebra su centenario. Con esta película, se han proyectado otras dos de sus obras, la emblemática Japan and the Japanese (『日本と日本人』 Nihon to nihonjin, 1958) y el cortometraje animado Yowamushi Chinsengumi (『花より團子シリーズ第三話 弱虫珍選組』 Hana Yori Dango Shiriisu Daisanwa Yowamushi Chinsengumi, 1935), que también fueron objeto de una presentación para la prensa acreditada.
La primera es la producción que presidió el pabellón japonés de la Expo ’70 en Osaka, apabullando al visitante con una reproducción simultánea en ocho pantallas. Para la ocasión se ha restaurado la pieza agrupando los ocho fragmentos, permitiendo recuperar una pieza nunca exhibida fuera del espacio para el que fue concebida. La mística del monte Fuji se aúna con la velocidad y dinamismo que simboliza la tecnología automovilística, en una ingeniosa pieza que homenajea la resiliencia del pueblo japonés y se pregunta cuál será su futuro. Vista en estos tiempos de incertidumbre global e inquietud local, desastres naturales, nucleares y económicos mediante, la obra ofrece una combinación de optimismo naif y capacidad anticipatoria.

El corto animado, largamente desaparecido, se ha podido ver gracias a su reciente hallazgo en un archivo californiano. Sobre lo que comúnmente se denomina «animación limitada» hay un cierto debate, en el que algunos autores prefieren denominar como limitada-completa y aún hay quien defiende la idoneidad de términos menos apriorísticos como «animación selectiva», pero que por lo general no se cuestiona su irrupción de la mano del legendario Osamu Tezuka con el anime televisivo. A la vista de este divertido pelotón de cobardes que Ichikawa dibujó en fecha tan temprana como 1935, tal vez se deban replantear algunas asunciones historiográficas en el ámbito de la animación.
Al desvelarse los diversos detalles de la programación, se hizo pública también la concesión este año del Samurai Award, en homenaje a toda una carrera, a Yōji Yamada. Veremos con qué talante recibe el premio el veterano realizador, tras la polémica suscitada el año pasado por su primer depositario, un Takeshi Kitano on fire que no tuvo reparos en cargar contra todo y contra todos en la industria cinematográfica nipona. Es lo que pasa con alguien que, si ya tradicionalmente tuvo pocos pelos en la lengua, tiene las espaldas cubiertas y la hipoteca pagada, que no tiene reparos en morder la mano que una vez le dio de comer y se revuelve incluso en los homenajes. La presentación especial de la sección Japan Now, que tuvo lugar en el Foreign Correspondents Club of Japan, se adornó con la proyección de Kakekomi (『駆込み女と駆出し男』 Kakekomi Onna to Kakedashi Otoko) y la presencia de su director Masato Harada y una de sus estrellas, la legendaria Kirin Kiki. El motivo era que el realizador es objeto de especial atención en el apartado Director in Focus dentro de esta sección, con cinco de sus obras programadas como un amplio repaso a su carrera.

La película, estrenada el pasado mes de mayo, es una producción de presupuesto generoso –para los estándares del cine nipón, nada comparables a un producto made in Hollywood–, que se deja notar su puesta en escena y cómo luce en pantalla. Con el mencionado Yamada ya octogenario, la histórica Shōchiku ha puesto sus esperanzas en Harada como sucesor en la capitanía de su escudería. Y eso se deja notar en los medios que ponen a su disposición y el mimo que dedican a promocionarlo. Aun así, la idolatrada Kiki no se mordió la lengua y se mostró crítica con determinadas decisiones de casting de su director, quien confesó haber adecuado en varios aspectos su planificación de la puesta en escena como respuesta a sugerencias de la actriz. Cabe decir que no se trataba de caprichos de estrella. Kiki detalló varios de esos aspectos y los asistentes no pudimos más que darle la razón. Con su habitual desparpajo y dominio de la escena, la actriz explicó sus motivos para aguijonear de esa manera a su director, y no es otra que su convicción del talento del realizador. La admiración por sus capacidades, confesó, la motivan a exigirle para hacerle extraer lo mejor de sí mismo, para que no se pierda ese potencial y alcance el nivel de reconocimiento que su conocimiento y habilidades cinematográficas merecen. A su vez, el director no se ahorró su opinión crítica sobre la falta de personalidad propia en la programación del TIFF, precisamente en el acto que la organización le preparó como homenaje.
Uno no deja de leer afirmaciones que se dan como verdades incontestables sobre el gregarismo japonés, sobre su subordinación al grupo, sobre su incapacidad de alzar la voz ante el superior jerárquico. Ver al director del TIFF tragar saliva sentado junto a Harada, como el año anterior junto a Kitano, era un recordatorio evidente de que los estereotipos no son más que eso, estereotipos.
Fuentes:
- Textos consultados TTIF 2015| 1 |2 |3 |4 |5 |6| Texto creado por José Montaño [CoolJapan.es]
- Imágenes tomadas por José Montaño [CoolJapan.es]