FICHA DEL JUEGO
- TÍTULO ORIGINAL: Dragon Quest VII: Eden no Senshitachi (ドラゴンクエストVII: エデンの戦士たち)
- DESARROLLADOR: ArtePiazza/Square Enix
- DISTRIBUIDOR: Nintendo
- GÉNERO: Rol/Aventura
- FECHA DE LANZAMIENTO: 16/09/2016 (07/02/2013 en Japón)
- PRECIO: 39,99 euros
2016 está siendo un año muy especial para una de las sagas de videojuegos más queridas dentro y fuera de Japón, Dragon Quest, y es que no se cumplen 30 años todos los días. Square Enix lo sabe y está preparando el terreno para el desembarco de la undécima entrega de la saga principal, que llegará a PS4, 3DS y Switch el año próximo.
Mientras tanto, dos han sido los productos que hemos recibido en Occidente en los últimos meses basados en el rico universo de Dragon Quest, Dragon Quest Builders y el juego que hoy nos ocupa, Dragon Quest VII: Fragmentos de un mundo olvidado. Y no podían ser más diferentes. El primero atiende a los gustos de una nueva generación de jugadores y los entremezcla (muy bien, además) con el mundo y los personajes icónicos de la saga. El segundo es ni más ni menos que la puesta al día, tecnológicamente hablando, de un juego de rol japonés clásico que mantiene su esencia y sus bases dieciséis años después de su lanzamiento original.
Acompañadnos en este viaje épico que nos llevará a desentrañar todos los misterios del eterno enfrentamiento entre el Rey Demonio y el Todopoderoso. Bienvenidos a la reseña de Cool Japan de Dragon Quest VII: Fragmentos de un mundo olvidado.
Del océano infinito a un mar de islas
Para situarnos un poco, Dragon Quest VII nos pone en la piel del joven habitante de una isla que, se dice, es la única sobre un océano infinito. Junto a sus amigos Kiefer, príncipe del reino y Mariel, hija del alcalde, iremos desentrañando los misterios que nos llevarán no solo a otras tierras sino también a una época pasada.
Desde un lugar sagrado, el Santuario Místico, que ha permanecido oculto durante generaciones, gestionamos diferentes pedestales que se componen de tablillas. Cada pedestal puede estar formado por dos o más fragmentos de tablilla, fragmentos que iremos encontrando a lo largo y ancho del mundo.
La estructura del juego es la siguiente: nuestro punto de partida es el presente, en el que completamos un pedestal y viajamos al pasado de una nueva isla. En la nueva isla debemos solucionar algún tipo de problema que involucra a sus gentes. Una vez le pongamos remedio, volvemos al presente, donde esa parte de terreno aparece ahora en los mapas. Si viajamos a ella, el conflicto que solucionamos en el pasado habrá evolucionado para bien o para mal hasta nuestros días. Lo siguiente que debemos hacer será dar con las tablillas que nos permitan reconstruir un nuevo pedestal y vuelta a empezar. Por tanto, el juego no se estructura en capítulos, pero casi. Tenemos una trama principal que está siempre presente mientras las nuevas islas son pequeñas historias independientes.
Un mundo vivo en el que interactuar
Dragon Quest VII es un juego muy guiado por las conversaciones. No es un juego para partidas cortas (véase 5 o 10 minutos), sino más bien de sesiones largas. Es un título en el que meterse hasta las trancas, que requiere tiempo y, si se lo dedicas, te absorbe como pocos. No es una aventura conversacional pero sí que premia al que interactúa con todo y con todos (en forma de pistas para avanzar, por ejemplo, o simplemente con más detalles sobre las tramas).
Una de las señas de identidad del juego (y lo que lo ha alejado de Europa durante tanto tiempo) es la enorme cantidad de textos que tiene y no es solo porque el mundo de Dragon Quest VII sea enorme, que lo es, sino porque nuestros compañeros y todos los personajes no jugables que nos encontramos cuentan con conversaciones dinámicas, es decir, cambian conforme avanza la historia y se adaptan a los acontecimientos que tienen lugar en el mundo del juego. De esta manera, nuestros compañeros tienen multitud de líneas de diálogo dependiendo de la ciudad en la que estemos o de lo que debamos hacer a continuación. Por eso decíamos antes que Dragon Quest VII es un juego muy guiado por las conversaciones, porque es un mundo vivo. Si estás perdido, preguntas, tal y como harías en la vida real. Eso sí, no todos los personajes tienen información valiosa. Si disfrutas del juego de forma superficial, tal vez te pierdas una grandísima parte del contenido que Fragmentos del mundo olvidado tiene que ofrecer.
En Dragon Quest VII contamos con un apartado artístico de sobresaliente, muy colorido y que representa el universo de la saga a la perfección, sin embargo, no es oro todo lo que reluce. En ocasiones la tasa de imágenes por segundo cae en picado y el juego se ralentiza que da gusto, por suerte, no es algo que suceda muy frecuentemente. Otro punto negro es la cámara, que aunque la podemos rotar con L y R, a veces está, por defecto, demasiado cerca de nuestros personajes o en ángulos no excesivamente acertados, lo que hará que entremos o salgamos erróneamente de ciudades, estancias, etc.
La música, como siempre en la saga, roza un alto nivel, eso sí, el repertorio es más bien escaso y se echa en falta un mayor número de composiciones. La banda sonora cuenta solo con 22 temas, para que os hagáis una idea. Además, a diferencia de la versión japonesa del juego, nos encontramos con una banda sonora MIDI, en lugar de las pistas orquestadas originales.
Dragon Quest VII y el tiempo
Otro de los defectos que vemos en el juego es el tempo. Por poneros un ejemplo, los trabajos (más conocidos como jobs) típicos de los juegos de rol, aquí llamados vocaciones. Estas vocaciones (de humanos y monstruos), que pueden ser básicas, intermedias o avanzadas, son la verdadera chicha de los combates, lo que permite extraerles todo el jugo. Pues bien, no será hasta aproximadamente las 20 horas de juego cuando seamos capaces de iniciarnos en ellas. Tal vez un pelín tarde, ¿no? Otro ejemplo, nuestro grupo de personajes. El grupo acaba siendo algo irregular. Personajes que vienen y van, personajes que se unen a las 40 o incluso a las 50 horas de partida. Entendemos que de esta manera se dinamiza el grupo, pero por contra, nos impide conectar de la misma manera con todos ellos. Para acabar, el juego nos obliga a revisitar ya no ciudades (que es comprensible, por aquello de visitarlas en nuestro presente y ver qué ha cambiado) sino también mazmorras, lo que acaba resultando algo tedioso.
Y esto nos lleva a la duración de la aventura, que puede estar perfectamente entorno a las 70 horas, 80 o más si queréis completar todo el contenido extra. Las minimedallas, los casinos, el Refugio y las tablillas de viajero, entre otros, os mantendrán bien ocupados.
La dificultad de Dragon Quest VII es moderada, sobre todo por algunos de los cambios que se han introducido respecto al original, que facilitan mucho la labor. Comenzando por el localizador de tablillas y siguiendo por el mapa, siempre presente en la pantalla inferior. Hay dos o tres momentos muy puntuales en los que os podéis quedar atrapados, sin saber qué hacer, pero lo achacamos más a cómo el juego te deja a tu suerte, sin apenas indicarte qué hacer a continuación. Puede que algún combate se os resista pero con las vocaciones y el equipo adecuado no deberíais tener mayor problema.
A destacar la sobresaliente traducción. Tiene pequeños fallos aquí y allá (sobre todo al reconocer el género de los personajes al subir de nivel las vocaciones) pero está tan sumamente inspirada que se pueden pasar por alto sin ningún tipo de duda. Como en otras entregas, se ha optado por dotar a los diferentes pueblos de variedades del castellano que van desde el gallego al vasco, pasando por variedades europeas como el francés o el ruso. Esto permite que podamos diferenciar claramente cada pueblo y además nos brinda esa sensación de viaje, de estar recorriendo un mundo vivo y variado.
Dragon Quest VII: Fragmentos de un mundo olvidado es, sobre todo, profundo. Requiere tiempo, pero te recompensa. Cuanto más te metes en el juego, mejor te desenvuelves. Eso sí, no está exento de fallos y no es para menos. Los cimientos son los que eran, los de un juego de hace dieciséis años. Los cambios lo han hecho más vistoso y accesible.
En definitiva, Dragon Quest VII es un juego de rol de los de antes, no apto para todo el mundo, con sus defectos y sus virtudes, pero que hará las delicias de todo aquel que guste de un juego de rol japonés clásico. En ese caso, se trata sin duda de un título imprescindible y tal vez del mayor exponente del género en Nintendo 3DS.