Hoy día es muy complicado encontrarse una cinta de corte ecologista en la que se soslaye el binomio naturaleza/progreso, e incluso puede que el asunto parezca sobreexplotado. Esto sin embargo es en gran medida un problema de percepción; durante siglos ha habido en Japón temáticas ecologistas donde no aparece la cuestión técnica sencillamente por no haber existido la problemática. Las historias de entonces serían más bien cuentos ejemplarizantes de propensiones religiosas, cuyo principal interés radicaría en inculcar valores de buen comportamiento y respeto hacia el entorno. Ahora la necesidad de hallar un escenario vital donde el desarrollo sostenido predomine exige otro perfil. Uno nuevo en términos absolutos, de apenas sesenta años, y en el cual lo ecológico y lo técnico conforman las dos caras de una misma moneda.
La princesa Mononoke es especial en este sentido, pues aporta un matiz trascendental al género: aquí, el marco natural bruto conlleva la incorporación del elemento fantástico. Dicho de otro modo, la naturaleza descontaminada de elementos artificiales, tan sólo invadida residualmente por los humanos, es germen de criaturas mágicas, seres fabulosos o espíritus benefactores del bosque. Hayao Miyazaki deja clara esta tendencia desde el primer fotograma del film, un paisaje montañoso, insignia de lo agreste en la cultura japonesa y, por ende lugar donde habitan los kami-gami.

Sin embargo esta impregnación animista de la historia se rompe con la utilización del hierro por parte de los hombres, símbolo del avance tecnológico, y motivo de que un Gran Espíritu protector como Nago se convirtiera en un demonio -recordemos a Shinya Tsukamoto y su Tetsuo, el hombre de hierro-. También Okoto afirmó que la cantidad de humanos redundaba en que los jabalíes parecieran cada vez más simples animales: …mira mi tribu Moron, somos cada vez menos y más estúpidos… pronto no seremos más que unas presas rebudiantes que el hombre cazará para comer…
Así, la intromisión de la tecnología metalúrgica, la deforestación, y la presencia de lo urbano en el hábitat natural, hace decrecer el componente mágico o bien lo pervierte.

La alegoría en este sentido está muy clara. El shintoismo es una religión eminentemente vital, encargada de solucionar los problemas surgidos en grupos humanos aún por desarrollar en ciertos campos. Si no llueve, pidamos al dios del agua que llueva; si no hay caza, roguemos a la montaña que nos la provea; si se es impotente, reza al kami de la fertilidad para no serlo. Pasado el tiempo, con la evolución de las sociedades y la aparición de la tecnología, estos problemas ya no serían resueltos por deidades, sino mediante las diferentes formas de ciencia. Nos enfrentamos, por qué no decirlo, a objetos en desuso que ya no resultaban útiles, y por lo tanto el hombre dejó de creer en ellos realmente. Este proceso se desarrollaría durante siglos en la mayoría de las culturas, pero la occidentalización acelerada en el caso de Japón hizo de este episodio algo mucho más traumático. Actualmente el shinto, la religión nacional, es más un retazo identitario mantenido por la inercia de la tradición que una creencia real o efectiva.
En suma, Miyazaki introduce en su historia criaturas gigantes como Moron o Nago, vestigios de una época en donde se adoraban entidades con un trasfondo semejante. La paulatina modernización repercute en la descreencia religiosa, y, metafóricamente, en las características de estas bestias, cada vez menos mágicas, más pequeñas y sin tan siquiera la capacidad de hablar. Los animales que nos rodean en la actualidad serían el resultado final de ese proceso de “desacralización”, simples piezas criadas para consumo humano, tratadas más como una cosa que como los seres vivos que son. Por lo tanto el ya retirado autor japonés no sólo nos ha legado una filmografía revolucionaria en cuanto a la animación se refiere, sino también varias obras de arte colmadas de referencias ecologistas a las religiones nacionales.
Sirva «Mononoke Hime» como una muestra entre tantas otras.
Fuentes:
- Textos consultados de: Fortes, R. (2011). Guía para ver y analizar «El viaje de Chihiro». Octaedro. Barcelona.| Míguez, A. (2014). Lo que Miyazaki nos quiso decir. Ecologismo y Hermenéutica detrás de Mononoke Hime. Fotocinema, nº 9.
- Imágenes extraídas de: Fotogramas de la versión DVD.