Aunque pocos lo reconozcan, es sumamente complicado crear desde cero. Demos por hecho, entonces, que en la génesis de una obra casi siempre adquieren peso las películas, los libros o los cómics relevantes en la vida del autor, quien quizá los referencie con la voluntad del homenaje consciente, o tal vez desde el arrebato involuntario fruto de mecanismos narratológicos heredados. El proceso también puede llegar a manifestarse a través de simples analogías visuales más o menos ostensibles, conformando dos tipologías en las que deseamos detenernos durante la pequeña entrada de hoy. Y es que a nosotros nos parece que Masashi Kishimoto, padre de Naruto, sin duda uno de los tres shônen más populares de la historia del manganime —junto a Bola de Dragón y One Piece—, es fan acérrimo tanto de Harry Potter como de El Señor de los Anillos.
DE NARUTO Y HARRY POTTER
En el primero de los casos es hasta cierto punto sencillo deshojar los paralelismos; al final, sendos protagonistas, Naruto y Potter, son huérfanos, disponen de un amplísimo potencial escondido, y se encuentran marcados físicamente por un mal que les supone un riesgo. En el caso de Naruto hablamos del uzumaki de su vientre, lugar donde está sellado el Kyubi, mientras que Potter luce la cicatriz impresa por Voldemort en la frente, recuerdo indeleble de su hermandad con el señor oscuro.
Señor oscuro que recuerda por fuerza a Orochimaru, pues los dos ansiaron explorar los límites de la magia y el ninjitsu persiguiendo la inmortalidad. Pero si existe un vínculo obvio entre ambos personajes es sin duda su relación con la serpiente; si recordamos, Voldemort se enroló desde sus inicios con la casa Slytherin, cuyo blasón soporta una serpiente de plata como animal tutelar, más allá de hablar pársel o hacer de su sierpe Nagini uno de los horrocruxes. Por su parte, el mismo nombre de Orochimaru es el patronímico de serpiente en japonés, por no aludir a sus evidentes rasgos y poderes reptilianos, o al hecho de soler invocar a Manda, un ofidio de ingentes dimensiones.
Otro detalle a considerar es la distribución de los protagonistas de ambas sagas a partir de Escuelas de Magia y Aldeas Ocultas, aunque el rol de dichas aldeas también podría verse reflejado en la obra de J.K. Rowling mediante el sistema de casas. Además las jerarquizaciones son ciertamente similares, ya que el director de la escuela (Dumbledore) y los distintos kages ejercerían un mismo rol, al igual que los profesores serían una especie de jûnin, los prefectos un trasunto de los chûnin, y por fin, los alumnos rasos equivalentes a los genin.
DE NARUTO Y EL SEÑOR DE LOS ANILLOS
Como decíamos, si en el caso de Harry Potter los símiles eran de una naturaleza más estructural, el Señor de los Anillos «tan solo» evoca referencias más superficiales, aunque no por ello dejen de resultar impactantes. La más evidente corona esta misma entrada, y enlaza El Valle del Fin, procedente del universo creado por Kishimoto, con los imponentes Argonath, estatuas colosales que sirven como remembranza de la majestad alcanzada por los reyes de los hombres, Isildur y Anárion, según el imaginarium tolkieniano. Curiosamente las dos parejas de gigantes de piedra servían exactamente para lo mismo en ambos mundos: marcar el limes del País del Fuego y Gondor respectivamente. Por consiguiente, las estructuras representan un aviso centinela de los peligros potenciales más allá del territorio conocido.
Recordemos que el combate entre Naruto y Sasuke, a buen seguro uno de los enfrentamientos más recordados de todo el manganime, se desarrolló a los pies de Madara Uchiha y Hashirama Senju. Por su parte, para los menos avezados en Tolkien es necesario saber que en tiempos de la Tercera Edad —es decir, cuando se desarrollan los hechos narrados en El Señor de los Anillos— los argonath ya no marcaban la frontera norte de Gondor, ya que por aquel entonces el reino había visto reducidísimo su territorio. El emplazamiento es no obstante esencial en la trilogía porque allí la comunidad del anillo se disolvió debido a una emboscada de uruk-hai.
Ahora bien, no podemos omitir los paralelismos entre los nazgûl, espectros de reyes consumidos por los anillos de poder, y los akatsuki, ninjas renegados que por cierto también son poseedores de anillos con propiedades tan fuertes como para sellar a los bijuu. Tampoco olvidemos el origen más o menos noble de estos personajes, que acaban por degenerarse buscando la pujanza o vanidad unipersonales. La diferencia en este caso radicaría en el número de cada grupo, ya que los akatsuki constituían una decena por nueve que componían el bando de espectros; aunque siempre cabría la posibilidad de igualarlos sumando a Sauron portando el único.
Por último destacaremos el parecido razonable entre la torre de Barad-dûr, con el gran ojo sin párpado de Sauron escudriñando desde la cima, y el tsukuyomi infinito usado por Madara, que a través del genjutsu genera una especie de ojo envuelto en un capullo situado en lo alto de una planta gigante, con la capacidad de sumir en un sueño insondable a todos aquellos que caigan bajo su influencia. El propósito de la técnica es consumir el chakra de las víctimas y así aprovechar su energía, de manera similar a como ocurre en la saga Matrix con la explotación de la raza humana a manos de las máquinas.
En definitiva, la entrada de hoy aporta otra razón a la hora de demostrar que el manganime es un formato ficcional complejo, y que no solo se reduce a cerrarse en torno al folclore o costumbrismo propios, sino que expande su inherencia hasta fundirse con hitos extranjeros, o rasgos universales de la neocultura geek, en un proceso tan fascinante de imbricación narrativa que, si todo transcurre como debe, cada vez explotaremos más los compañeros de CoolJapan.es.
Ojalá lo disfruten.
Fuentes:
- Texto creado por Antonio Míguez [CoolJapan.es]
- Imagen de portada creada por José León Torres