Japón seduce. A estas alturas ya es difícilmente creíble la idea de que la fascinación por Japón es una moda pasajera, más aun viendo evidente presencia e influencia que tiene el País del Sol naciente en nuestra cultura. En los últimos años se ha observado un crecimiento exponencial en la demanda de contenidos culturales japoneses, consolidándose la llamada cultura otaku y generándose lo que parece ser una nueva ola de japonismo, un fenómeno que es perceptible tanto en la fama de la cultura pop como en otras expresiones culturales (literatura, artes escénicas, etc.) cada vez más demandadas por nuestra sociedad.
En lo que atañe a los ámbitos de la literatura, la historia y la divulgación, los españoles leemos cada vez más y mostramos un interés creciente por consumir libros sobre Japón, sean o no de ficción. Esto explica en buena parte que en los últimos años hayan nacido editoriales especializadas en literatura e historia japonesas, como es el caso de Satori, cuyo catálogo no deja de ampliarse a una velocidad de vértigo. Que tan solo en este mes de noviembre hayan lanzado al mercado siete obras es un claro indicio del éxito editorial que conlleva publicar sobre Japón. Desde CoolJapan siempre se ha apostado por la difusión de la cultura japonesa en nuestro país y por ello hemos pensado en entrevistar para esta ocasión a un autor español que acaba de estrenarse en el mundo editorial con su obra Crónicas de los samuráis: el bilbaíno R. Ibarzabal.
Este periodista, afincado en Tokio ya desde hace algunos años, se confiesa un apasionado de la historia, muy especialmente de la historia japonesa, de sus samuráis, de sus leyendas… Influenciado por personajes como el célebre e inolvidable Juan Antonio Cebrián y por expertos en historia japonesa como Jeroen Lamers o Tetsuo Owada, Ibarzabal arremete con fuerza en el panorama literario español en su faceta de divulgador histórico con la publicación de Crónicas de los samuráis, una obra que desde CoolJapan recomendamos a nuestros lectores, en la que su autor hace un recorrido ameno y desenfadado por diferentes momentos de la historia del País del Sol Naciente. Tal y como nos confiesa Ibarzabal, la fascinación que existe hoy día por Japón no es flor de un día y, aunque se considera de la vieja escuela, está encantado de comprobar cómo cada día las nuevas generaciones contribuyen a la expansión de este fenómeno. Pero no nos extendamos más y dejemos que sea el propio autor quien nos cuente todo esto.
Entrevista a R. Ibarzabal, autor de Crónicas de los samuráis
CoolJapan.es: Comentas en tu blog que ya desde pequeño te sentías atraído por Japón y que soñabas con visitar la tierra de los samuráis. ¿Cómo fue aquella primera aproximación a la cultura del País del Sol Naciente?
R. Ibarzabal: Sinceramente, me resulta casi imposible determinar el momento exacto en el que me empecé a interesar por la historia japonesa. Creo que es una afición que me venía ya de serie al nacer, pues desde muy pequeñito siempre me ha llamado la atención todo lo que tuviera que ver con Japón, especialmente con los samuráis. Recuerdo que, hace muchos años, dieron por la tele un sábado por la noche la película Ran, de Akira Kurosawa. Yo debía de tener 6 o 7 años, y ni siquiera sabía si aquellos tipos que aparecían en pantalla eran chinos, japoneses o qué, pero sus armaduras y sus atuendos me fascinaron. Imagino que aquellas imágenes se me quedaron grabadas y dejaron un poso que, años después, acabó cristalizando en esta afición mía por los samuráis.
CJ: Imagino que ver cine de Kurosawa a esa edad debió de ser un shock para ti. Ya sabemos cómo de fácilmente impresionables son los niños a esas edades tan tempranas y cómo tienden a idealizar aquello que ven o experimentan. ¿En qué medida esa imagen idealizada de Japón persiste en tu imaginario y afecta a tu labor como divulgador histórico? ¿Cómo cambió tu primer contacto real con el país esa visión prefabricada que tenías del lugar y su cultura?
RI: En cuanto empiezas a investigar un poco en serio, esa imagen idealizada y exótica que solemos tener de Japón se viene abajo en seguida. Pero la realidad, al menos en mi opinión, es incluso más divertida e interesante que los mitos que tenemos en mente en Occidente. Ahora bien, ese exotismo también puede ser una buena puerta de entrada. Si sirve para que te empieces a interesar por Japón, me parece perfecto. Luego, una vez te has adentrado en la realidad japonesa, vas descubriendo que las cosas no son como pensabas. Y entonces todo te parece incluso más fascinante que al principio. En mi opinión, esto sucede no solo con la historia japonesa, sino también en otros ámbitos como la cultura, la sociedad, etc.
CJ: ¿Crees que como divulgador estás en la obligación de eliminar cualquier rastro de esta idealización o piensas que es un ingrediente esencial a la hora de hacer un relato menos formal de la historia?
RI: Personalmente, a la hora de tratar la historia procuro alejarme de todos esos tópicos y concepciones distorsionadas de la realidad japonesa, pero a veces viene bien echar mano de ellos como punto de partida. Por ejemplo, hay temas que están muy mitificados, como el asunto del honor y la supuesta lealtad inquebrantable del samurái para con su señor. En esos casos, suelo empezar presentando el tópico en cuestión para inmediatamente después pasar a desmentirlo, y luego voy explicando pormenorizadamente por qué las cosas no eran tal y como nos imaginamos. Utilizado de esta manera, el tópico puede ser una herramienta muy útil para la divulgación.
CJ: Hablando de realidad y mitos. La Historia no se establece como disciplina científica en el llamado «mundo occidental» hasta el siglo XIX, por lo que hasta entonces se le ha considerado un género literario vinculado a la retórica en el que convivían en armonía la realidad y la verosimilitud. Al analizar determinados periodos, es frecuente que el historiador se encuentre con crónicas cargadas de subjetividad, en las que a menudo se magnifican de los hechos relatados e incluso aparecen elementos folclóricos o fantásticos. ¿En qué medida ocurre esto en la historia japonesa?
RI: Aunque este es un fenómeno presente en casi todas las culturas, en Japón es especialmente marcado. Resulta muy difícil, a veces imposible, separar historia y leyenda. A menudo, las fuentes historiográficas son tan escasas que todo lo que sabemos acerca de determinados personajes o eventos se basa principalmente en tradiciones populares. Cuanto más atrás nos vamos en el tiempo, más acusada es esta tendencia, pero también nos la encontramos con personajes históricos que vivieron en fechas más o menos recientes y cuya vida está relativamente bien documentada. Por ejemplo, Minamoto no Raiko fue uno de los primeros samuráis, un tipo que vivió a caballo entre los siglos X y XI. Hablo de él en uno de los capítulos del libro. Pues casi todo lo que sabemos de Raiko proviene de un puñado de cuentos populares, en los que va por ahí cazando demonios y exorcizando espíritus malignos. Y, aunque yo soy de los que creen que las leyendas suelen tener un poso de verdad, no siempre es fácil discernir la realidad histórica que se oculta tras el velo del folklore. Es un poco como tratar de recomponer la vida de Aquiles teniendo como única fuente los textos que nos dejó Homero en la Ilíada.
CJ: ¿Consideras que esta mezcla de lo real y lo folclórico ha sido un elemento esencial para la idealización de la historia y la cultura de Japón?
RI: Creo que la idealización que a veces hacemos en Occidente de Japón y su cultura tiene más que ver con la lejanía y el exotismo. Japón es un país desconocido y extraño para nosotros, o al menos lo ha sido durante gran parte de nuestra historia, por eso tendemos a mitificarlo. Pero esto no siempre es negativo. Muchas veces, el mito ayuda a dar más sabor a la historia que oculta tras de sí. Si nos centramos en el mundo del samurái, creo que hay dos tipos de mitos. Primero están los que distorsionan la realidad, como, por ejemplo, el tema del supuesto desdén de los samuráis por las armas de fuego (algo que históricamente no es cierto en absoluto), o su tan cacareada lealtad y honorabilidad a prueba de bomba, cosa que, con un libro de historia en la mano, tampoco se sostiene por ningún lado. Este tipo de concepciones erróneas proyectan una imagen de la figura del samurái que no se corresponde con la realidad. Por tanto, considero que hay que combatirlas y denunciarlas.
Pero luego hay otro tipo de mitos que, en mi opinión, refuerzan y dan color a la realidad histórica. Por ejemplo, Takeda Shingen y Uesugi Kenshin, dos señores de la guerra del s. XVI, han quedado para la historia como enemigos acérrimos. En torno a ellos existen multitud de anécdotas que ahondan en su particular relación de rivalidad; por ejemplo, cierto pasaje que, supuestamente, ocurrió en una de las batallas de Kawanakajima, en la cual ambos generales se enfrentaron cara a cara en duelo singular. Es muy posible que este pasaje sea apócrifo, pero ayuda a ilustrar el hecho de que estos dos tipos eran rivales enconados. Por eso, me parece legítimo mencionar este pasaje al hablar de esta batalla, porque aporta sabor a la narración y ayuda a comprender mejor a los personajes. Aunque, por supuesto, en estos casos siempre hay que indicar que la anécdota en cuestión es de origen incierto, para no faltar a la verdad. Siempre que se aclare debidamente qué partes son leyenda y cuáles son historia pura y dura, no veo inconveniente en salpicar el relato con este tipo de anécdotas más o menos legendarias. Todo lo contrario, creo que hacen la narración mucho más atractiva.
CJ: Te defines como alguien que quiere «dar a conocer la Historia y cultura de Japón al público hispanohablante, a ser posible de una manera amena, divertida y desenfadada». ¿Crees que sin el componente lúdico la divulgación histórica no llegaría al público en general?
RI: Vengo del mundo del periodismo, y una de las normas básicas es que lo que cuentas tiene que ser entendido por todo el mundo: tus textos, antes que nada, deben ser accesibles y entendibles. Con la divulgación histórica pasa un poco lo mismo. Hay lectores y lectores, pero no puedes asumir que quien está leyéndote es un experto en la materia. Por tanto, hay que tratar de explicar las cosas de manera clara y sencilla, para que el lector las pueda entender a la primera. Y eso no siempre es fácil, porque cuando hablamos de historia de Japón estamos tratando con una realidad que a los occidentales nos queda bastante lejana, con unos códigos culturales y una idiosincrasia muy diferentes, que a menudo no son sencillos de entender desde nuestros esquemas mentales.
A mí me preocupa mucho que el lector me entienda a la primera. Es casi una obsesión cuando me siento delante del teclado. Por eso, muchas veces echo mano de los símiles y comparaciones, trayendo a colación ejemplos de la cultura popular o trazando paralelismos con figuras históricas más familiares para el lector occidental. Además, hay que saber dar con el tono adecuado. Un libro de divulgación histórica no es una tesis doctoral, ni se dirige a un público necesariamente especializado en la materia. Eso también hay que tenerlo en cuenta a la hora de escribir.
Y, respecto al componente lúdico, no digo que sea algo estrictamente necesario, pero al escribir algo, creo que lo suyo es intentar no aburrir al lector. Es otra de las reglas de oro del periodismo: si puedes hacer que tu relato sea entretenido y resulte agradable de seguir, mejor que mejor. Un texto atractivo y una narración vibrante tienen más posibilidades de enganchar al lector. Si logras hacer que la persona que está al otro lado pase un buen rato mientras te lee, es muy posible que se interese de verdad por lo que estás contando y luego quiera saber más sobre el tema. Por eso creo que jugar un poco con el tono narrativo puede ser una herramienta muy poderosa a la hora de divulgar.
CJ: Supongo que hacer divulgación en esta materia siendo periodista debe de entrañar muchos riesgos. ¿Qué implicaciones tiene abordar la historia sin ser historiador? ¿Has recibido críticas por ello?
RI: No soy historiador ni pretendo serlo, pero la verdad es que todos historiadores con los que he tratado me han acogido siempre con los brazos abiertos, y me han animado a seguir con mi labor. La divulgación histórica es una faceta más de los estudios históricos, perfectamente legítima, y yo diría que hasta necesaria. Igual que existen revistas de divulgación científica, también las hay de divulgación histórica, y quienes escriben en ellas no son siempre doctores en historia, ni tienen por qué serlo. Todo tiene su función, su público y su lugar. Mientras el contenido que estás divulgando sea veraz y lo trates con el debido rigor, considero que es perfectamente válido. Eso es lo importante, ofrecer buena información, información de calidad. Y para eso, en mi modesta opinión, no es estrictamente necesario tener un título o una licenciatura determinada.
CJ: Ya que hablas rigor y veracidad, háblanos un poco sobre tu manera de trabajar, por ejemplo, qué procesos sigues para documentarte y qué diferencias hay entre tu forma de investigar y la de un historiador. ¿Compartís objetivos?
RI: En el fondo, es un trabajo más o menos parecido al que se hace en el periodismo. Solo que, en vez de contar los hechos y sucesos que están ocurriendo ahora mismo, lo que hago yo es contar cosas que pasaron hace 500 años y no puedo entrevistar a Oda Nobunaga o a Toyotomi Hideyoshi (¡ya me gustaría!) El proceso que sigo a la hora de documentarme no es muy diferente al de cualquier historiador. Selecciono fuentes (bibliográficas en su mayoría), las reviso y contrasto de manera crítica… No hay mucho más, la verdad. A veces, si el tema se presta a ello, me gusta acudir al lugar de los hechos para verlo con mis propios ojos y, en la medida de lo posible, tratar de percibir lo que pudieron ver y sentir los protagonistas de tal o cual evento histórico. Por ejemplo, para hacer este libro he visitado los campos de batalla de Sekigahara y de Kawanakajima, y también el castillo de Takamatsu. Los museos japoneses también son una fuente de información estupenda. En este sentido, vivir en Japón hace que las cosas me sean más fáciles, claro.
CJ: Esto que comentas es muy ilustrativo de cómo en España la enseñanza y la concepción en general que se tiene de la historia es muy diferente a cómo se entiende en Japón, especialmente entre la gente más joven. No sé hasta qué punto se podría hablar de una falta de interés generalizada de los jóvenes españoles por la historia, pero sí que parece evidente que los medios y las formas para divulgarla no son ni de lejos las mismas que en Japón, donde la industria del manga, el anime y los videojuegos se han convertido en fuertes aliados. ¿Qué concepto tienen los japoneses de su propia historia y su divulgación? ¿Consideras que se trata de una buena forma de mantener la historia viva entre los más jóvenes, a pesar de su aparente menor rigor?
RI: «Seriedad» o «rigor» no deben ser sinónimo de «aburrido». Siempre he pensado que los japoneses hacen una tarea excelente a la hora de mantener su propia historia viva entre las generaciones más jóvenes, precisamente porque no dudan en llevar a sus personalidades históricas al terreno de la cultura popular. Y eso no significa necesariamente rebajarlas ni banalizarlas, aunque alguien pueda querer verlo así. En Europa sería impensable hacer un videojuego en el que Carlos V y Francisco I de Francia se dieran de mamporros, pero en cambio en Japón tenemos las sagas de Sengoku Musou o Sengoku Basara, sin ir más lejos, que hacen exactamente eso: poner a los padres de la patria japonesa a repartir estopa a diestro y siniestro. Y eso, que puede parecer muy irreverente, en realidad tiene un efecto secundario maravilloso. Hace que el chaval que está jugando a ese juego conozca a esos personajes y se interese por ellos, más allá de los rollos que le cuentan en las clases de historia del colegio. Y eso se aplica también al manga, el anime, el cine, o lo que sea.
Habrá quien se quede ahí, en el personaje molón e idealizado del videojuego y no profundice más. Pero, en los últimos años, tanto fuera como dentro de Japón son legión los que, a través de este tipo de productos, les pica el gusanillo de la historia y sí van más allá. En buena parte gracias a esto, hoy en día en Japón hay un montón de mujeres (sobre todo chicas jóvenes) aficionadas a la historia. Y seguramente de entre ellas acabará surgiendo, en unos años, una nueva generación de historiadoras y divulgadoras, que le van a dar al ámbito académico japonés un lavado de cara en clave femenina del que ya empieza a estar necesitado. Todo eso es gracias a la manera desenfadada y desacomplejada en que los japoneses tratan su propia historia, algo de lo que podemos aprender mucho en Occidente.
CJ: Ahora que hablas de mujeres e historia, me viene a la cabeza el capítulo que dedicas en tu libro a las mujeres samuráis de Aizu, en un claro alegato al papel de la mujer en la historia del país. ¿Existe actualmente en el ámbito académico japonés un intento de rescatar la figura femenina en la historia o siguen siendo las grandes olvidadas?
RI: Al hilo de lo que comentaba antes, en los últimos años hay un número cada vez mayor de japonesas que se interesan por la historia en general. Y esto, que en sí mismo ya me parece algo estupendo, tiene como consecuencia otro fenómeno que también está muy bien, y es un mayor interés por el papel de la mujer en la historia de Japón. Gracias a ello, últimamente se ven más obras (tanto de divulgación más o menos ligera como ensayos de lo más sesudo) centradas en figuras femeninas. Pero el principal obstáculo es que las fuentes son muy escasas. Aunque hay notables excepciones, como en el caso de las grandes poetisas de la era Heian, las mujeres han sido, por desgracia, casi invisibles para los cronistas durante buena parte de la historia. Hay tantas y tantas esposas e hijas olvidadas, que han quedado eclipsadas para siempre tras la sombra de sus padres y maridos. Así que ahora, por más que lo intentemos, nos resulta difícil averiguar más cosas sobre ellas. En cualquier caso, por complicada que resulte, es una tarea muy necesaria. Queda camino por recorrer, pero creo que estamos empezando a avanzar en la dirección adecuada.
CJ: Siguiendo con tu libro Crónicas de los samuráis, vemos que en tus relatos incluyes a personajes clave de la historia de Japón, como Kusunoki Masashige, Miyamoto Musashi o Sakamoto Ryoma, y recreas hitos de gran trascendencia, como las invasiones mongolas o la batalla de Sekigahara. ¿Crees que hay aspectos de la historia japonesa que no han sido estudiados lo suficiente desde «Occidente» y que merecen llenar más páginas en los libros de historia?
RI: Por lo que yo he visto, me da la impresión de que nombres como Sakamoto Ryoma o Kusunoki Masashige no son demasiado conocidos fuera de su Japón natal. Existe muy poca bibliografía en lenguas no japonesas sobre ellos, y precisamente por eso quise traerlos a las páginas de mi libro. Son tipos realmente interesantes, a los que merece la pena dedicar un poco de atención, pero hay muchos más. Montones de personajes, episodios o batallas que poca gente conoce (¡incluso los propios japoneses!), pero que a mí me parecen fascinantes.
Además, hablando ya más como aficionado a la historia militar, creo que cuando tratamos el Japón feudal y el mundo del samurái no se suele prestar la debida atención a la parte bélica. Los samuráis eran una casta de guerreros, gente que durante buena parte de su historia vivió por y para la guerra. Para entenderlos a ellos y a la cultura que acabaron generando debemos estudiar también esta faceta.
Entiendo que hablar de tácticas, movimientos de tropas y esas cosas no es plato de gusto para todo el mundo. Y también requiere unos conocimientos bastante específicos. Pero me apena ver que, muchas veces, se pasa de puntillas sobre este tema, y simplemente se menciona en dos palabras que fulanito venció a menganito en tal o cual batalla, sin dar más detalles. Para entender de verdad a los samuráis, creo que es importante profundizar más en cómo luchaban, cómo se organizaban, cómo afrontaban la realidad del combate. A fin de cuentas, durante grandes períodos de su historia, la guerra fue algo cotidiano para ellos. Su ocupación principal y su razón de ser. El elemento en torno al cual se vertebraba su día a día. Lo bélico tenía un peso capital en su manera de pensar y de ver el mundo. Me parece que este es un terreno donde todavía queda mucho por investigar.
CJ: De entre todos los relatos de tu libro, ¿hay alguno que hayas disfrutado especialmente a la hora de investigar y escribir sobre él? ¿Te has dejado algún personaje o hito en el tintero sobre el que te hubiese gustado escribir, pero que no pudiste incluir en el libro por alguna razón?
RI: Uy, me he dejado a decenas de personajes en el tintero, pero me temo que necesitaría un libro de 5.000 páginas para poder meterlos a todos, y en la editorial no iban a estar por la labor… Bromas aparte, me ha costado lo suyo hacer la selección final de las crónicas, porque en la historia de Japón hay temas interesantes para dar y tomar. De las que al final han sido incluidas en el libro, es difícil quedarse con una en concreto, porque todas tienen su punto. La idea era que, además de resultar interesante por sí misma, cada crónica fuera representativa de un momento o una realidad histórica concreta, y que al leerlas todas en orden cronológico el lector acabase teniendo una idea más o menos completa de lo que supusieron esos casi mil años de historia de la casta samurái. Por ejemplo, si cuento la historia de Sanada Yukimura no lo hago solo porque sea un tipo interesante, que lo es, sino porque traerlo a colación me permite hablar también de los dos asedios al castillo de Osaka, que marcaron el final del clan Toyotomi y la victoria definitiva de los Tokugawa, lo cual a su vez conllevaría el advenimiento de una nueva era para Japón (el famoso Período Edo). Todas y cada una de las crónicas del libro tienen su razón de ser y su motivo para estar ahí.
Pero, si tengo que quedarme con alguna, me gustan especialmente las que le dedico a personajes no tan conocidos fuera de Japón, como Sakamoto Ryoma o Kusunoki Masashige. Dos colosos de la historia japonesa cuyos nombres merecen ser más famosos en Occidente. Y también he disfrutado mucho con el relato de las batallas de Sekigahara y Nagashino, para qué negarlo. La cabra tira al monte.
CJ: Por cómo lo cuentas da la sensación de que ha sido más duro hacer esa selección que redactar cada una de las crónicas, pero imagino que habrás tenido bastante ayuda desde la propia editorial. ¿Cómo ha sido trabajar con una editorial ya consolidada y de renombre como Satori y qué ha supuesto en tu carrera profesional?
RI: Trabajar con Satori ha sido una verdadera una gozada. Son unos profesionales estupendos, tan buenos en lo suyo que hacen que todo resulte fácil, aunque seas un autor novel (como es mi caso). Conocen a fondo los temas de los que tratan, no en vano son un referente imprescindible en la publicación de obras de temática japonesa en castellano. Llevan años haciendo una labor impresionante en este campo. Solo hay que ver las obras de su catálogo, que son todas auténticas joyas tanto en contenido como en edición. Figurar entre esa lista de autores es para mí un honor inmenso, que aún no me termino de creer del todo.
CJ: A todo esto, ¿tienes ya algún proyecto en curso o mente?
RI: La verdad es que siempre tengo algo nuevo en mente. Espero que en el futuro haya ocasión de escribir alguna otra cosa sobre historia japonesa; el libro parece que está funcionando bien e ideas no me faltan. También estoy terminando una novela que no tiene prácticamente nada que ver con Japón, pero que me está resultando muy divertida de escribir. Ya veremos cómo y cuándo acaba viendo la luz, aunque esa seguramente sea una historia para otra ocasión.
CJ: Esperamos que la suerte te sonría en esos nuevos proyectos, que no son pocos. También tienes tu propio blog, has realizado colaboraciones con webs de la talla de Historias de la Historia y has participado en los podcasts de La biblioteca perdida, que ya llevan más de una década divulgando historia a través de sus dramatizaciones. Desde CoolJapan.es aprovechamos para recomendar a nuestros lectores que visiten sus webs. ¿Qué ha supuesto en tu faceta como divulgador trabajar con ellos?
RI: Sin Historias de la Historia y sin La biblioteca perdida yo no estaría aquí ahora mismo hablado de historias de samuráis, ni tampoco habría escrito este libro. Ellos han sido quienes me han dado la alternativa en estas lides de la divulgación histórica, y les estaré eternamente agradecido por su apoyo y su confianza. Empezar a colaborar con ellos, escribiendo artículos y grabando audios sobre historia de Japón, me hizo darme cuenta de que yo realmente podía dedicarme a esto. Y, lo que es más importante, que había gente ahí fuera a la que le interesaban mis historias de samuráis y mis batallitas. Sin esa piedra de toque, sin ese background, jamás me habría atrevido a dar el paso de escribir un libro. Si te soy sincero, me gustaría mucho seguir colaborando en podcasts y programas de radio, aunque sea de manera esporádica, para divulgar la historia japonesa entre el público hispanohablante. Si surgiera la oportunidad, también estaría bien redactar algún artículo en revistas de divulgación histórica, que hay muchas y muy buenas en lengua castellana. Y, por supuesto, me encantaría poder escribir más libros en el futuro, porque el Japón feudal da para mucho y hay montones de historias interesantes que contar. De momento, este primer libro parece que está funcionando bien, así que ojalá acabe siendo el primero de muchos.
CJ: La verdad es que todo lo que nos has contado es interesantísimo, pero no quisiera cerrar esta entrevista sin hacerte una última pregunta. Si pudieras convertirte en un personaje histórico japonés por un día, ¿a quién elegirías y por qué?
Aquí podría tirarme el pisto y decir que me cambiaría por Oda Nobunaga, o algo por el estilo. Pero, siendo sinceros, prefiero quedarme con algo más modesto. Puestos a elegir, aunque quede un poco lejos de la era de los samuráis, me pediría ser Ariwara no Narihira, el famoso playboy y poeta de la era Heian. Tiene que molar eso de ir a rondar a las damas de palacio a la luz de la luna, o mandarle una carta con versos apasionados a Ono no Komachi para invitarla a venirse al jardín de tu mansión a tomar sake bajo un cerezo en flor.
AGRADECIMIENTOS
Queremos mostrar nuestro más sincero agradecimiento a R. Ibarzabal por dedicarnos su valioso tiempo y por contestar con tanta amabilidad y de forma tan extensa a todas nuestras preguntas. Ha sido un placer haber podido charlar con él y conocerle un poco más, a pesar de haber tenido que realizar esta entrevista por escrito. Desde el equipo de CoolJapan.es le deseamos lo mejor, que este sea el primero de muchos éxitos en el mundo de la divulgación histórica y que en un futuro próximo podamos volver a tener la oportunidad de entrevistarle.
Fuentes:
- Texto creado por: Hana Pardo (Cooljapan.es)
- Imagen de: R. Ibarzabal