kamui sword arttist

Entrevista a Tetsuro Shimaguchi, fundador de Kamui

El pasado mes de octubre tuvimos la oportunidad de entrevistar a Tetsuro Shimaguchi, coreógrafo y artista de performance samurái cuyo grupo, Kamui, ofrece espectáculos de artes marciales en compañía de Mika Kobayashi, quien aporta el talento musical a sus espectáculos. Estuvimos con ellos en el Mangamore 2016 de Amorebieta, donde participamos con diversas actividades.

Tetsuro Shimaguchi (Saitama, Japón, 1970) es el líder y fundador del grupo del grupo artístico Kamui, creado en 1998. Como «artista de la espada samurái», ofrece con su grupo actuaciones en teatros, proyectos cinematográficos y otros espectáculos aunando belleza estética, actuación y artes marciales.

Tras el éxito de la película Kill Bill, de Quentin Tarantino —donde el señor Shimaguchi encarnaba a Miki, de los 88 maníacos—, el grupo fue recibido con entusiasmo en escenarios de EE.UU., Italia, Francia, Polonia, Emiratos Árabes, Rusia, etc. El señor Shimaguchi creó, además, su «vía del samurái», el Kengido, y abrió dojos en Japón, América y Europa. Los medios de comunicación de todo el mundo se han hecho eco de su original forma de presentar la cultura samurái.

Entrevista a Tetsuro Shimaguchi

Entrevista a Tetsuro Shimaguchi, fundador de Kamui Sword Artist

CoolJapan: ¿Es Tetsuro Shimaguchi un «samurái» moderno?

Tetsuro Shimaguchi: Muchas veces, efectivamente, me comentan eso (risas).

CJ: Kamui se formó en el año 1998. ¿Podría contarnos algo acerca de sus inicios?

TS: Kamui se formó en el año 1998, pero hasta justo antes de esta fecha yo realizaba actuaciones en películas del género que en Japón conocemos como jidaimono o jidaigeki. Es decir, de películas y series situadas en otra época. Pero, bueno, después de crear Kamui hubo una época en la que tuve problemas económicos. A diferencia de hoy en día, que tenemos a gente joven que participa en nuestras actuaciones, en aquella época, lamentablemente, no teníamos mucho trabajo, así que nos vimos obligados a ir a EE.UU. y realizar actuaciones callejeras.

Es decir, tuvimos que realizar actuaciones en el caluroso verano de Los Ángeles, ocho al día. Es una locura. Pero ya en aquella época habíamos conocido a Quentin Tarantino, quien, con su novia de aquel entonces, se acercó caminando para vernos en una ocasión. Recuerdo que Tarantino estuvo alzando la voz durante nuestra performance. Me sorprendió.

Sobre esto, me gusta decir que Japón es un buen país, bonito, también, pero todavía es un país al que le cuesta asimilar lo novedoso, a diferencia de Estados Unidos, que —como pasó con el propio Quentin Tarantino— cuando ven algo interesante o nuevo, inmediatamente lo ponen en práctica. De hecho, junto con lo de Tarantino y Kill Bill, tuvimos la oportunidad, también en ese mismo momento, de realizar una audición en Las Vegas para actuar en un espectáculo, e inmediatamente fuimos seleccionados en la audición que se celebró para aquel evento.

Fue precisamente en 1998, actuando en el extranjero, cuando nos dimos cuenta por primera vez de nuestra condición de japoneses, de cómo éramos nosotros. Y desde entonces, desde las street performaces, actuaciones a pie de calle, hasta nuestras participaciones en películas y espectáculos realizados en teatros como el Ermitage, hemos ido creciendo como grupo.

Lo único que no ha cambiado desde la fundación de nuestro grupo es precisamente el «desafío» de enfrentarnos cara a cara con cualquier tipo de público, con el público en general. Que este se ponga delante de nosotros y que les ofrezcamos un espectáculo y podamos transmitirles nuestro contenido. Eso es lo que no ha cambiado desde los inicios de la formación del grupo.

CJ: ¿Fue duro su trabajo con Quentin Tarantino?

TS: Sobre esta pregunta, creo que ayer también lo comenté en la charla: a mí me gusta mucho Quentin Tarantino. Además es una persona que, desde el momento en que lo conocí, comprobé lo que siempre me habían dicho de él: tiene un aura especial que transmite al resto de personas y hace que quienes hayan trabajado con él, de alguna manera, ello les suponga un punto de inflexión positivo en su vida, de manera que eso les beneficia y trae alegría a quienes están a su alrededor.

Él, antes que un director de cine, es un fan del cine, de modo que cuando estamos con él siempre está feliz y es como estar con un niño adulto. Es decir, que cuando nosotros actuábamos o hacíamos una buena performance, o cuando Uma Thurman o Lucy Liu hacían una coreografía maravillosa, se ponía muy contento y no paraba de hacer gestos. Y eso, por lo que yo he visto —yo solo he participado en la película de Kill Bill— no era solo con los actores. El trato también era así de afable con la gente del cátering, el personal técnico, el intérprete, etc.

Ya digo que solo conozco Kill Bill, pero él se esforzaba por generar alegría y formar equipo en todos sus proyectos. Aunque me han comentado que fuera de los platós está prácticamente loco (risas). Me puso un mote: yo cambio mucho cuando tengo una espada en las manos y cuando no, así que Quentin Tarantino me solía llamar «Tetsuro Jekyll y Mr. Hyde».

CJ: ¿Considera un antes y un después de su carrera su participación en Kill Bill?

TS: Así es. Antes de Kill Bill recorríamos una senda un poco complicada. Después de Kill Bill no es que sigamos desarrollando esa coreografía, pero aquello nos supuso un pasaporte para salir fuera y que nuestro mensaje —lo que quería hacer nuestro grupo— fuera transmitido y captado por el público.

CJ: ¿Volvería al cine americano si se le presentara oportunidad?

TS: Desde luego. Si coinciden los tiempos y hubiera oportunidad, volveríamos a trabajar en él.

CJ: ¿Su trabajo y decisiones coreográficas han tenido peso en algún guion cinematográfico que haya interpretado?

TS: Efectivamente, en respuesta a esta pregunta, he de decir que en Kill Bill fue así en parte; no en el sentido de que nos lo cambien mucho o no, la mayoría de las veces simplemente nos encargan una coreografía y dejan en nuestras manos la realización de la misma.

En el caso de Kill Bill, por ejemplo, nosotros realizamos la parte japonesa de las escenas, entonces no quiere decir que cambie en exceso el plan inicial, pero sí es cierto que dentro de las coreografías hay muchos directores que nos piden aportar nuestra originalidad o que dejan en nuestras manos la realización de esa parte de la coreografía.

A parte de Kill Bill, nos hemos encontrado también en otros proyectos cinematográficos, en cortometrajes, en los que es más frecuente que nos pidan realizar una coreografía nuestra, original, para una escena concreta.

CJ: ¿Alguno de los directores con los que ha trabajado ha intentado «cambiar» su planning inicial a la hora de establecer movimientos o posiciones?

En relación con esta pregunta, la verdad es que cuando nosotros participamos en un proyecto como Kill Bill u otras películas, si lo pensamos mucho, quizás se nos ocurran momentos así, claro, pero como se trata del proyecto de otra persona (por ejemplo, en el caso de KB, es un proyecto de Tarantino), nosotros también intentamos adaptar nuestra forma de actuar, nuestra coreografía, al proyecto de esa otra persona, evidentemente.

Es decir, en el aspecto artístico intentamos fusionar nuestra creatividad con la manera de actuar o lo que ya tiene previsto ese director. Nosotros intentamos adaptarnos, o sea que no ha habido «encontronazos» con la manera de pensar de un director o un realizador. Nosotros, evidentemente, tenemos nuestra forma de ver y ejecutar las cosas pero en el caso de darse alguna contradicción sería en el ámbito creativo.

Y también puede darse algún caso en el que personalmente no nos hemos sentido cómodos con algo y hemos pensado «Bueno, si quieren esto, no hace falta que seamos nosotros», pero en esas situaciones no ha habido ningún conflicto, sino que amablemente decidimos aceptar o no el trabajo en función de lo que se pida.

CJ: ¿Cuál sería el trabajo —cinematográfico o no— del que se pueda sentir más orgulloso?

Entrevista a Tetsuro Shimaguchi

TS: Esta es difícil. En Japón tenemos una especie de sentido filosófico de la vida del samurái que se llama «shinken shoubu» que se traduciría por algo así como «seriedad frente al desafío». Es decir, una manera de conducirse en la que, cuando estás ante a un proyecto, le dedicas tu vida para sacarlo adelante. No hacemos nada a medias tintas; sino que dedicamos todo nuestro esfuerzo y no dejamos que nos influyan las situaciones externas. Nos centramos y nos dedicamos a ello.

Quizá no sea una respuesta directa a la pregunta, pero pensándolo mucho, pongamos por ejemplo la actuación de ayer en relación con la filosofía que acabo de comentar, la seriedad frente al desafío. Yo siempre recuerdo la última función a la que he tenido que enfrentarme y dedicarle todo mi esfuerzo con toda seriedad.

En otras palabras, procuro que el trabajo más cercano que he realizado sea el mejor. Y nosotros afrontamos cualquier situación con todos nuestros esfuerzos. Porque, claro, yo no sé tampoco cuándo voy a morir; a lo mejor es mañana. Por eso, insisto, lo de ayer podría ser uno de los trabajos de los que estoy más orgulloso.

Si extrapolamos esta respuesta a algo menos filosófico, un poco más ligero, podríamos poner no uno, sino varios ejemplos, como la actuación que realicé en Florencia, en el Teatro Pérgola, donde actuar en un teatro fue un impacto para nosotros. También podría mencionar cuando estuve en España por primera vez, en Coria del río, hace cinco años. Tuve que realizar una actuación delante de un anciano y sus familiares, solamente.

Esa fue mi primera actuación aquí en España y, cuando tuve que afrontar esa situación, fue uno de los momentos que realmente me hicieron reflexionar y me hizo ver el sentido de lo que supone ser un artista que ofrece un espectáculo al público. Gracias a ese episodio me vuelvo a encontrar nuevamente aquí, en España. Y, evidentemente, Kill Bill, es otro de los proyectos de los que me siento más orgulloso.

CJ: Curioso lo de Coria del Río.

TS: Sí, fue la primera de un total de tres veces, contando esta, que he estado en España.

CJ: ¿Podría contar a nuestros lectores qué es el kengido?

TS: Hay que decir que Kamui es la parte artística, la de Sword Artist. El kengido sería la parte escénica basándonos en aquellas artes marciales que tienen el «do», es decir, el «camino»: kendo, judo, kárate, iaido, aikido… Entonces, el estilo de Kamui sería la fusión entre la parte artística y la parte del espectáculo de las artes marciales.

Pero no es nuestro estilo únicamente enseñar cómo luchar o dar un espectáculo de artes marciales, sino intentar establecer una vía de comunicación nueva a través de lo que sería la vida del samurái. Y, de hecho, nuestro lema es «comunicación vía samurái». Por lo tanto, el kengido sería un dojo de samuráis. Precisamente ahora estamos intentando exportar esta idea a países como Italia, Polonia, Lituania y Estados Unidos, y llevar el kengido a diferentes países y que sea una vía de comunicación, no solo para japoneses sino personas de otros países.

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CJ: ¿Cuántos años ha durado el perfeccionamiento del kengido?

TS: Si hablamos de años, llevo quince años pensando en este proyecto, que todavía no se ha completado. Llevo quince años pensando en él pero se creó precisamente en 2012, o sea que sería el quinto año de actividad real de kengido. No es que sea algo que se haya consolidado ni mucho menos; al igual que el «do», es algo que se va construyendo poco a poco.

En mi caso, como artista, cuando yo muera, mi actividad desaparecerá conmigo, pero el hecho de que exista el kengido implicaría que, como método, se transmitirá a la siguiente generación y mi espíritu permanecerá con el kengido. Entonces, no será algo que termine conmigo cuando yo me vaya, sino que continuará y pasará a las futuras generaciones, a la gente más joven, a los chicos que han venido conmigo a esta ciudad.

Entrevista a Tetsuro Shimaguchi

Muchas veces, como has comentado, me llaman «el samurái actual», y es una satisfacción para mí poder transmitir el espíritu del kengido y haber sido una piedra de base para levantar este método y esta filosofía que llegará a las próximas generaciones.

CJ: ¿Tiene pensado crear un dojo de kengido en España?

TS: No es que yo tenga un edificio con un dojo en los países que he mencionado, pero sí hay personas y asociaciones que nos ofrecen la posibilidad de tener kengido allí. Evidentemente, si en España también sucediera eso, si surgiera la oportunidad, el momento idóneo y pudiéramos contar con alguna persona aquí, me encantaría. Me gusta España, así que estaría genial poder realizarlo también aquí.

Desde CoolJapan.es damos las gracias a a la organización de Mangamore con la que trabajamos para traer al sr Shimaguchi a España, al sr Shimaguchi por su tiempo y al sr Kishi por su brillante traducción y colaboración durante el evento en calidad de interprete y acompañante de los artistas de Kamui y Mika Kobayashi.


Fuentes:

  • Entrevista redactada y realizada por: Juan Carlos Perez y Miguel Ángel León  [CoolJapan.es] | Entrevista transcrita por: Héctor Tortajada [CoolJapan.es]
  • Imagenes cedidas por: Kamui y Juan Carlos Perez  [CoolJapan.es] |

Acerca Héctor Tortajada

Héctor Tortajada Bernal (Valencia, 1989) estudió Traducción e Interpretación en la Universitat Autònoma de Barcelona. Desde 2013 trabaja como traductor, sobre todo en proyectos relacionados con la traducción literaria. Su faceta «videojuerguista» también le ha llevado a trabajar como tester lingüístico en Electronic Arts desde 2014. En 2012 colaboró con el programa Seyanen! de la cadena japonesa MBS para cubrir la noticia sobre la restauración del Ecce Homo de Borja (Zaragoza). Ese mismo año colaboró como voluntario en la Japan Week de Valencia, organizada por la IFF y el ayuntamiento de la ciudad. Entre sus aficiones se cuentan la lectura, el cine, las series, el estudio de la filosofía y las culturas extranjeras y, cómo no, los videojuegos.

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