Japón es el país del cambio constante

Al principio de este año volví a Japón. Llevaba mucho tiempo sin regresar a mi país. Para ser sincera con vosotros, creé una imagen fantasiosa de mi patria, como un monstruo. Era una recopilación surrealista de las partes que no me gustaban de mi país, como la rigidez, exigencia, sujeción social, etc. De hecho tenía miedo a regresar.

¿No tenéis la experiencia de tener miedo de ver a la gente a la que no habíais visto durante mucho tiempo? Mi sentimiento hacía Japón era como eso. Pero mi terror no provino de ver a gente querida que cabría la posibilidad de haber cambiado durante mi ausencia, ni del frío del invierno que me mataría (soy muy friolera), ni de la larga distancia del tiempo que me convirtió en «Urashima Tarō», un protagonista de un cuento antiguo que representa a una «persona que se quedó anticuada debido a larga ausencia de su tierra», sino también por la costumbre del comienzo del año llamada o-toshidama. Esta trata de que los adultos regalan dinero a los niños de la familia. Por cierto, los niños japoneses no se ponen contentos con cinco o diez euros.

A medida que vivo en España, mi experiencia laboral está aumentando. En japonés, «ser pluriempleado» se expresa como «llevar un par de alpargata de paja», «Ni soku no waraji o haku, 二足の草鞋を履く». ¡Pero las alpargatas que llevo son más de tres pares! De modo que algunos de mi círculo se creían que yo estaba desplegando una gran actividad. Pero estoy viviendo en un país de recesión… ¿Podría satisfacer a los niños con mi o-toshidama? Esta sensación me pesaba bastante.

Una vez que llegué a Japón, resultó que mi temor fue puramente infundado. Mis familiares y amigos me acogieron calurosamente con su o-motenashi (hospitalidad en español). El monstruo creado por mí se derrumbó.

Vivir y viajar son totalmente distintos. Vivir significa enfrentarse con la realidad que no se ve con los ojos de turista. No obstante, tenemos derecho a saborear las cosas buenas en el viaje. Me siento muy japonesa en España y me siento un poco extranjera en Japón. A través de mi punto de vista extranjero, realmente Japón me parece que funciona bien. Las calles son suficientemente limpias, el paisaje cambia durante las cuatro estaciones, la gente es educada, amable y cortés y los amigos son fieles como el legendario perro Hachi, que después de la muerte de su amo todavía acudía a la estación de Shibuya en Tokio para esperarlo.

Comercialmente producen cosas novedosas o mejoradas a destajo. En cierto modo, en Japón existe una insaciable búsqueda de la perfección. Según mi opinión, está basada en el sentimiento de inferioridad. Desde que nací, mi país ha sido una gran potencia económica, pero no es habitual que un japonés se envanezca de eso. Quizás por ser un país vencido en la Segunda Guerra Mundial, es que Japón ha tenido influencia de los Estados Unidos. ¿O quizás tiene que ver con la reapertura del país en la era Meiji? En todo caso, creo que fue para bien que los japoneses se sintieran fracasados. Debido a ello, podemos ser modestos. Es mi hipótesis. A veces, necesitamos tener esa experiencia amarga no ser vanidosos.

Durante un mes de estancia me convertí en una aficionada a Japón y volví a mi casa de Valencia con muchas ganas de retornar a mi país. Es banal decirlo, pero no hay país como ese donde coexisten tan grandes contrastes: tradición y modernidad, rigidez y flexibilidad, formalidad e informalidad (sobretodo me refiero a los borrachos, los cuales pueden ser personas serias durante el día que se desenfrenan llegada la tarde), etc.

Es un gran placer tener la oportunidad de contaros sobre Japón de ahora en adelante.

Japón es el país del cambio constante.


 

Fuentes:

  • Texto creado por Lisa Kobayashi [CoolJapan.es]
  • Imágenes tomadas por Lisa Kobayashi que tomó la foto del póster de JR HOKURIKU en la estación de Shibuya [CoolJapan.es]

Acerca Lisa Kobayashi

Profesora de japonés, traductora, ensayista, articulista y prologuista de obras literarias. Nacida en Iwate, en el norte de Japón, tras vivir en Kioto, Yokohama, Tokio y Hong Kong, llegó a España a finales de 2008. Se declara apasionada del baile español y del flamenco.

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