Cada día surgen nuevas discusiones sobre la efectividad de una disciplina de artes marciales o escuela, y de esas discusiones a veces se pueden extraer pensamientos interesantes. Lo que se plasma a continuación es la exposición de una serie de hechos para que cada uno podamos extraer nuestras propias conclusiones, al igual que el autor de este texto las plasma en el último epígrafe.
Las artes marciales “clásicas”
Entendemos por artes marciales “clásicas” las disciplinas que todos conocemos y que configuran el deporte moderno asociado a las artes marciales, estamos hablando de Judō, Karatedō, Aikidō, Shorinji Kenpō, Kendō, Iaidô… Todas ellas cuentan con kata o prácticas de formas establecidas así como puesta en práctica de esas técnicas. En el caso de disciplinas como el judō, karatedō, shorinji kenpō y el kendō, estos combates se efectúan bajo unas pautas muy estrictas, en el amparo de una normativa deportiva y de competición. En el caso del Aikidō, al carecer del componente competitivo, se limita a poner práctica las formas aprendidas en un contexto de combate con o sin armas. También muchas de estas disciplinas cuentan con una vertiente competitiva de la forma kata, resolviéndose los combates en base a quien ha efectuado mejor las técnicas en base a un criterio coreográfico y un juicio subjetivo. Pero si hay algo común en todos los casos, el hecho de que el punto de partida sean unas bases técnicas prácticamente inamovibles (justificadas en obtener una seguridad en el deporte), que han hecho que muchos cuestionen su efectividad.
Las artes marciales antiguas:
En el caso de las disciplinas antiguas o koryū bujutsu, está incógnita se plantea aún más fuerte, puesto que, salvo contadas excepciones, no suelen disponer de un combate o competición donde probar la efectividad de sus técnicas. En este contexto, algunas organizaciones marciales han optado por utilizar armas acolchadas o protecciones especializadas a fin de poder escenificar un combate real y poner en la mesa del empirismo más duro y veraz las propias técnicas aprendidas. Sin embargo, una vez más nos encontramos con un problema, y es que cuantas más protecciones nos pongamos, más lejos estaremos de las personas que idearon esas técnicas, jugándose la vida en una época en la que no existía la penicilina. Esto pone en tabla de duda los sistemas modernos de combate y hace plantearse que es efectivo y que no. Esto por no mencionar el hecho de que la mayoría de las escuelas antiguas se fundaron o reformularon durante el periodo Edo (1603-1868), donde ya la armadura no era necesaria, y por tanto idearon técnicas y formas para combatir con “ropa de calle”. Este comentario no es una mera cuestión de moda, ya que muchas posiciones con hakama-gi se vuelven impracticables si usamos, por ejemplo, una protección de kendô, haciendo imposible una perfecta recreación de las técnicas.
Un apéndice aparte merecerían aquellas escuelas que “juegan a ser antiguas”, basándose en enseñanzas ocultas, que suelen justificar su falta de efectividad con el consabido lema de “es que si te lo demuestro te mato”, por lo que un nuevo muro se alza ante el empirismo marcial.
A nuevos tiempos, nuevas artes marciales.
Todas estas dudas y preguntas no han caído en dique seco, y muchos artistas marciales se han lanzado a crear sus propios sistemas basados en una mezcolanza de todos los anteriores. Estamos hablando del Krav Maga, Systema, Bullkenpo, Judōdō, Karatejutsu, Nihon Taijutsu, Jiu-jitsu, Taijutsu, Goshindō, Goshinjutsu… y una infinidad más de sistemas que entran dentro de la denominación de MMA o Mixed Martial Arts. Mediante estas escuelas se ha intentado dar solución al problema de la efectividad de las artes marciales, llevando el combate a situaciones del día a día o a campos de batalla actuales, como guerras, secuestros, ataques terroristas, etc… Muchos de estos sistemas han logrado gran popularidad gracias al UFC (Ultimate Fighting Championship), demostrándose en jaula de acero y cual antiguos gladiadores, técnicas que, si bien no llegan a ser mortales, si aportan una nueva visión de la efectividad marcial. Hoy en día el “Coliseo” de estas artes marciales lo encontramos en Abu Dhabi, en la Figth Island, una isla artificial creada para estos combates en jaulas, donde se llevan a cabo contiendas de luchadores casi las 24h del día, por parte de luchadores que llegan de todo el mundo para hacer fortuna.
El caso de la defensa personal femenina.
En este sentido de buscar realismo y practicidad, se han puesto recientemente de moda los sistemas enfocados a la defensa personal femenina. Estas escuelas también han sido foco de discordia en tanto que, pese a ofrecer unas enseñanzas muy útiles para un colectivo tan injustamente atacado como el de las mujeres, se puede llegar a pensar erróneamente que su práctica esporádica puede resultar una suerte de panacea contra los ataques machistas. Al fin y al cabo, la Defensa Personal Femenina no deja de ser un arte marcial, donde no hay atajos ni técnicas milagrosas, sino el perfeccionamiento de una habilidad mediante el entreno continuado.
El límite entre la marcialidad y la religión.
Por último, encontramos algunas escuelas, denominadas marciales, pese a estar más cerca de un dogma de fe de una secta religiosa. Estamos hablando de disciplinas que prometen enseñar a controlar la energía del universo, y con ella vencer enemigos sin apenas tocarlos y llegar a sanar enfermedades tan duras como el cáncer con el simple poder de una mirada o imposición de manos. En estos casos la efectividad es fácilmente testada en tanto que todos aquellos que no crean dogmáticamente en las creencias energéticas de la disciplina no parecen verse afectados por ella. Uno puede pasarse una tarde muy divertida viendo vídeos de como boxeadores amateur dejan fuera de combate con un golpe a estos gurús que pretenden invocar la genki dama (véase referencia a Dragon Ball).
Conclusiones.
Finalmente cabría preguntarse: ¿qué conclusión podemos extraer?
Las conclusiones las dividiremos en tres bloques correspondientes a grupos sociales diferentes:
1. Aquellos que precisan de las artes marciales para realizar su oficio: Soldados, guardias de seguridad, policías, etc. No tiene sentido para ellos hablar de disciplinas efectivas sino de movimientos o enseñanzas que puedan serles útiles en sus trabajos. Al igual que el guerrero antiguo, lo lógico es que este grupo de gente busque o mejor dicho, rebusque aquello que le interese sin fijarse en las etiquetas.
2. Quienes vemos en las artes marciales un modo de vida, una pasión y una carrera de fondo. Aquí sirve cualquier interpretación, desde la despreocupación por la efectividad ante el placer de practicar algo que te llene como artista marcial y persona, hasta la intención de poner en práctica cada técnica. Pero en cualquier caso, los que integran este grupo no deben fanatizarse demasiado con la efectividad, puesto que no la van a utilizar en sus modus vivendi.
3. Aquellos para lo que las artes marciales es un hobby, tal como jugar a un videojuego, tomarse un helado dando un paseo o ir a un partido de fútbol. Para este colectivo no tiene sentido pensar en algo como la efectividad sino más bien en la felicidad. Aquello que te haga olvidar por unas horas el tedio de la vida diaria y te llene de salud y de alegría es lo que debe primar, sobre otros aspectos.
En resumen, hoy en día parece que lo que más está en boga y en boca de todos los artistas marciales es la efectividad de estas artes, cuando quizás por lo que deberíamos preocuparnos es de la honestidad de quien la imparte. Intentar que no nos estafen, que no nos vendan humo o den gato por liebre. Quizás deberíamos estar más preocupados por la paradoja de la honestidad y no tanto por la efectividad en un mundo como el actual donde presionar un botón puede ser más efectivo que mil ejércitos.
Fuentes:
Texto creado por: Marcos A. Sala Ivars (Cooljapan.es)
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