Junto a su adlátere roedor, Dankichi enseña a los fieles nativos a rendir culto a los kami –y al país nipón– en el templo del Sol Naciente, mandado construir por él mismo. Obsérvense los símbolos patrios –la bandera nacional portada por el niño y la corona que ciñe su cabeza, trasunto del kanmuri o tocado imperial japonés– y los elementos asociados a la religión oficial del Estado –la torii o puerta de acceso al santuario sintoísta y la ofrenda de alimentos llevada por el aborigen, ataviado, no por casualidad, con un tate-eboshi, gorro ceremonial propio de la nobleza cortesana, la aristocracia guerrera y el clero sintoísta–.
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