Chikō Ōkawa, la pervivencia de la estética samurái

Cuando se propuso en Cool Japan la opción de realizar un proyecto sobre artistas japoneses en activo, de gran talento pero, sin embargo, desconocidos para el gran público, mi primer pensamiento fue para el Sr. Ōkawa. Después de una vida entera de sacrificios y de trabajos por y para el arte, la profesión del Sr. Ōkawa sigue siendo poco conocida en Japón y casi desconocida por el resto del mundo: me refiero al trabajo de un tsubakō, un artista dedicado a realizar las guardas de los sables japoneses.

Durante la elaboración de mi tesis: Tōsōgu. Lugares en el metal. Monturas de sables japoneses en colecciones españolas (el tōsōgu es un conjunto de piezas que componen la montura del sable japonés), he podido estudiar la historia de estos artistas dedicados a guarnecer la hoja del sable japonés. Si tenemos en cuenta que solo se ha realizado una tesis sobre armamento japonés en España con anterioridad, y que la que yo presento es la primera que versa sobre las piezas de las monturas en idioma español, podemos comprender cuan desconocido es este tema para el público general, especialmente de habla hispana. Pese a que mi tesis se centra en colecciones españolas, mis estudios sobre el tema me han llevado a estudiar colecciones de toda Europa y Norteamérica, así como las japonesas, entrevistándome con algunos artistas, de entre los cuales me gustaría destacar al Sr. Ōkawa, y por ello le dedico este artículo.

Artes mayores, artes menores, artes decorativas…

En Occidente, desde la antigüedad clásica, tres grandes artes han pujado sobre el resto por convertirse en el arte de mayor relevancia social y estética en la historia de la humanidad: arquitectura, pintura y escultura. Pese a que el mundo artístico de Oriente ha caminado por distintos senderos, al fin y al cabo, llegados al siglo XX realmente ha quedado fijado en la conciencia mundial que solo estas tres artes y sus derivaciones naturales pueden ser consideradas «artes» con mayúsculas, así como artistas sus hacedores, relegando a una gran cantidad de disciplinas a categorías como «artes menores», «artes decorativas», «artes suntuarias» y a sus especialistas como «artesanos». Incluso artes y artistas que antes del siglo XX superaban en mucho, tanto en reconocimiento social como valor económico, a pintura o escultura: orfebres, plateros, eborarios… pudieron ver como se les «degradaba» en favor de las nuevas modas estéticas, obligándoles en muchos casos a cerrar sus talleres y dar por perdidas tradiciones centenarias.

Tsuba-partes (2)
Nombres de las diferentes partes que componen una guarda de sable japonés o tsuba.

En Occidente, este (entre otros) ha sido el caso de los armeros. Los forjadores de espadas de Toledo o de Solingen, tan solicitados en el pasado fueron cayendo poco a poco en olvido, convirtiéndose en gremios de artistas que se vieron obligados a amoldarse a la demanda de cubertería civil para poder hacer frente a su existencia. Si este fue el destino de los forjadores de las hojas de espadas, sables y dagas, ¿qué ocurrió con aquellos que se dedicaban a crear sus monturas? Un escalón todavía más abajo que sus compañeros artistas, sólo les quedó la reproducción de piezas históricas para suvenires de turistas o réplicas de armas famosas del celuloide. Si tenemos en cuenta esta perspectiva occidental, es obvio que no lleguemos a apreciar o valorar lo mismo, pero además venido de un lugar tan lejano como Japón.

En Japón el parangone no tuvo tanta relevancia como en Occidente, la diferenciación entre artistas y artesanos no estaba tanto en el título de sus disciplinas como en la obra creada. Cierto es que en el caso de los forjadores de nihontō —término que, según los especialistas, se utiliza para denominar toda espada o sable japonés desde el siglo VIII hasta la actualidad—, ayudó mucho el hecho de la tardía introducción de los arcabuces y otras armas de fuego por portugueses y españoles (1543-49) así como el posterior control férreo de estas armas por el Bakufu durante el Periodo Edo (1603-1868), haciéndolas sólo accesibles a unas tropas muy concretas. Sin embargo, más allá de la función práctica, siempre presente, en las armas blancas japonesas, desde un origen histórico y arqueológico, la estética ha estado intrínsecamente ligada a este tipo de armamento. Incluso más allá, su posesión en muchos casos conllevaba el privilegio de aquellos que gozaban de la categoría social para portarlas.

Tipos de tsuba
Página del Mekiki Horimono. Kokin Wakan Banpō Zenshō. (Volumen XIII). Muestrario del Periodo Edo, con diseños de tsuba y otras piezas que implican la labor de un tallado/horadado.

En Japón la propia hoja del nihontō es una obra de arte en sí misma, y una obra de arte con mayúsculas, equiparable, y en muchos casos superior a esculturas y pinturas. Más allá de componente militar y estético, el forjador en Japón adquiere un carácter casi divino, y en sus obras se valora (mucho más que en otros formatos) conceptos que se escapan al mundo sensible y se internan en lo religioso y espiritual. Ahora bien, la hoja se encuentra permanentemente oculta en su vaina y envuelta por las distintas partes de su montura (koshirae), siendo un tesoro oculto que sólo podrán contemplar aquellos que se enfrenten militarmente a él, o los afortunados que pidan permiso para admirarla. Entonces, ¿Cómo diferenciar los sables que caracterizaban a las distintas categorías sociales  a lo largo de la historia japonesa? La respuesta está en sus envoltorios, en sus monturas.

La evolución histórica de los artistas dedicados a las monturas del nihontō

Desde los primeros ejemplos de espadas (dōken-tsurugi) conservados del Periodo Yayoi (300 a.C. – 250 d.C.) y Periodo Kofun (250-538), las monturas presentan un interés por la estética, especialmente en sus pomos (los de las primeras espadas japonesas de estos periodos primitivos recibían el nombre de tsuba para lo que más tarde se denominará kashira) y las guardas (las de las primeras espadas japonesas de estos periodos primitivos recibían el nombre de kubi para lo que más tarde se denominará tsuba). No sabemos mucho sobre estas armas primitivas; sin embargo, se supone que a más decoración mayor era la categoría social de su portador. Este modelo se seguirá implementando en los siguientes periodos, destacando las diferencias entre las monturas de los nihontō según el rango aristocrático en los palacios de Heijō-kyō (Periodo Nara) y Heian-kyō (Periodo Heian). Una vez los samurái tomaron el control total del poder político, a partir del Periodo Kamakura (1192-1333), las monturas de los sables comenzaron lentamente a pasar de ser meros identificativos de una clase social, a gozar de una entidad estética propia.

Museo Guimet de Arte Oriental, París. (2) POMOS DE ESPADAS KOFUN
Pomos (tsuba -«kashira») y guarda (kubi – toran kei/tamago gata tsuba) pertenecientes a espadas del Periodo Kōfun. Museo Guimet. París.

Hasta el siglo XIV, los encargados de realizar las piezas del tōsōgu eran orfebres, fabricantes de espejos, armeros o forjadores. Sin embargo, bien por la falta de tiempo ante una gran demanda de armas y armaduras, o bien por un cierto descuido o menosprecio de las piezas de la montura del sable en comparación con sus oficios principales, empezaron a surgir un nuevo tipo de artistas especializados en la parte del sable que más puede servir de «lienzo» para un artista: la guarda o tsuba. Pese a que los anteriores artistas siguieron trabajando tanto las guardas como las otras partes del tōsōgu, la importancia de los tsubakō creció exponencialmente a lo largo de los siglos, configurando escuelas, talleres y linajes familiares. Para que nos demos cuenta de la importancia que llegaban a tener (y las grandes sumas de dinero que llegaban a amasar) estos artistas, existen numerosos casos documentados de samurái que habiendo llegado a la maestría de una escuela de tsubakō, deciden abandonar su título de nobleza guerrera para poder optar a abrir una tienda y un taller.

 

Tôshô tsuba - Katchûshi tsuba - Kagamishi tsuba
Tôshô tsuba – Katchûshi tsuba – Kagamishi tsuba

La llegada de la Era Meiji (1868-1912) con la modernización de Japón y su ejército, así como los diversos edictos que afectaron a los samurái a partir de 1870, llegaron a un punto de no retorno para los forjadores y artistas de monturas en 1876 con el denominado edicto haitōrei que prohibía portar nihontō en público. Considerado como una moda anticuada, y un objeto de vetada exhibición pública, los forjadores y artistas solo pudieron refugiarse en profesiones gremiales y artesanales, accediendo a las exigencias de unos nuevos ricos que servían a ideales estéticos occidentales. Cientos de escuelas, talleres y linajes familiares de artistas de estos campos llegaron a su fin durante los últimos años del siglo XIX. Aquellos que sobrevivieron lo hicieron en la seguridad de que una élite cultural no olvidaría la categoría que ostentaba su arte. Tras vivir periodos de humillación y pobreza, aquellos que persistieron en el empeño de mantener unas tradiciones centenarias obtuvieron su recompensa cuando el gobierno japonés comenzó a considerar como tesoros nacionales sus obras y tesoros vivientes a sus artistas.

El artista y maestro de tsuba, Chikō Ōkawa, y la pervivencia de la tradición

De esta forma llegamos a Chikō Ōkawa, lutier de shakuhachi y tsubakō. Conocí al Sr. Ōkawa en febrero de 2016, cuando estaba realizando visitas a artistas de tsuba para recabar información para mi tesis doctoral. Afincado en una casa tradicional japonesa en una zona alejada de Saitama, el propio Sr. Ōkawa accedió a ir a buscarnos (a mí y a mi esposa) a la estación de tren para conducirnos hasta su casa y taller. En el camino el tiempo parecía haberse detenido, en menos de una hora pasamos de la gran urbe de Tōkyō a una zona rural y campestre entre huertos y carritos de vendedores que anunciaban a gritos deliciosos boniatos asados a la piedra (que por supuesto probamos). Una vez llegamos a su residencia, en la puerta nos estaba esperando la mujer del Sr. Ōkawa, que nos recibió con la mayor hospitalidad y etiqueta tradicional japonesa. Pese a la avanzada edad de ambos no quisieron dejar pasar ninguno de los protocolos de la visita, así como colmarnos de atenciones con dulces de la zona y té verde. En este clima tan acogedor, no sólo pude hablar largo y tendido con el propio artista, sino que además accedió a mostrarme muchas de sus piezas y finalmente su taller.

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Marcos Sala junto al Sr. Chikō Ōkawa en el salón principal de su casa en Saitama.

Ōkawa-san confesó que, de pequeño descubrió el mundo de las tsuba gracias a su tío, que era un gran amante del arte. A la edad de 20 años empezó a acudir a talleres de tsubakō, primero para mirar, y más tarde y poco a poco para convertirse en ayudante, aprendiz y finalmente estudiante formal de un maestro tsubakō. El Sr. Ōkawa reconoce sentirse heredero de dos corrientes diferenciadas de tsubakō. Por un lado está la escuela Edo Ito, fuertemente influenciada por el famoso tsubakō Tanaka Kiyonaga, maestro del que sería más tarde el décimo representante del linaje de la escuela: Ito Katsumi. A él le sucedería 11º Ito Masami, 12º Ito Masahiro y finalmente Ito Masami Masanori (Sr. Ōkawa).

Pese a que no se considera a sí mismo como decimotercer representante de la escuela Edo Ito-ha, sigue trabajando y conservando el estilo transmitido por sus maestros, y en respeto a ellos y a la escuela, cuando realiza tsuba en este estilo firma con el nombre que le concedieron. Para afianzar su propio estilo y linaje, toma el nombre de artista Tōhōsai, La terminación de sai denota una maestría adquirida en el campo, este tipo de nombre fue adoptado por los diversos maestros que le precedieron en la escuela Ito. Esto hace que las tsuba que crea en el estilo Edo Ito las firme como Ito Masami Tōhōsai.

El otro de los maestros del Sr. Ōkawa fue el tsubakō independiente Hattori Nagamasa, alumno del famoso Umetani Yumi, que fue considerado tesoro viviente. De las enseñanzas que aprendió de este linaje de maestros, sumadas a las experiencias como representante del estilo Edo Ito, creó su propio estilo de tsuba. De esta forma, toda obra que no se ciñe a las especificaciones del estilo Edo Ito, queda firmada como Ōkawa Chikō Tōhōsai.

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Algunas e las obras del Sr. Chikō Ōkawa.

En este punto quisiera llamar la atención sobre el aspecto de la creación e innovación en los tsubakō. Este hecho no está ligado con ninguna corriente vanguardista comparable al arte occidental. Salvo contadas excepciones, los tsubakō cuando emprenden estilos innovadores, simplemente se limitan a «crear dentro de la norma», en detalles de utilización de metales, estilos de horadado, perforado o programas iconográficos sólo distinguibles de los ejemplos más clásicos por el ojo entrenado. El Sr. Ōkawa pertenece a una generación de artistas especializados en unas piezas muy concretas, suscritas a la montura del sable japonés, y en concreto en tsuba. Pese a que reconoce que en alguna ocasión ha realizado alguna otra de las piezas del tōsōgu, no lo considera como una regla sino como una excepción, considerándolo como algo fuera de «sus competencias».

El Sr. Ōkawa desde 1993 lleva presentando sus piezas al concurso nacional más importante de artistas de nihontō, orquestado por el gobierno japonés y por el Museo del Sable Japonés (Tōken Hakubutsukan). Pese a que en ocasiones ha ganado mención de honor y en una ocasión un tercer premio con medalla, reconoce que posiblemente nunca llegará a ganar un primer premio, ya que estos están reservados para otros estilos de tsuba que en las últimas décadas han estado más en boga. De una parte, advierte una vuelta hacia estilos de tōshō tsuba o guardas que realizaban los forjadores entre los siglos XIII-XIV y de otro lado, nos habla de composiciones de elementos más propios de una estética contemporánea trasladada a la tradición tsubakō mediante técnicas de escuelas ya establecidas. Sin embargo, esto no desmotiva al Sr. Ōkawa, que dice seguir presentando sus piezas año tras año, en el estilo que le trasmitieron sus maestros.

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Taller del Sr. Chikō Ōkawa en Saitama.

El Sr. Ōkawa advierte que la vida de un tsubakō no es fácil, por eso muchos jóvenes hoy en día compaginan su creación de tsuba con otras piezas de la montura e incluso con la forja de nihontō. Desde el fin del Periodo Edo, la baja demanda de estas obras de arte ha llevado a que la especialización que se había desarrollado a través de los siglos en Japón, vuelva a desaparecer en favor de una idea de «artista total» que crea todas las piezas que componen un sable japonés. Por eso el Sr. Ōkawa dice no tener ni haber tenido nunca un verdadero aprendiz de tsubakō. Los primeros años de estudio son muy duros, y no se cobra nada, es más se invierte mucho dinero en instrumentos de trabajo y materiales de práctica. Luego vienen una serie de años donde simplemente se cubren los gastos básicos del taller, seguidos por otros años de penurias económicas. Si uno finalmente ha conseguido sobrevivir a esas épocas duras, y consigue hacerse un nombre, entonces es posible vivir de las tsuba.

El Sr. Ōkawa dice que ahora puede mantener su casa con comodidad con tan sólo dos o tres encargos de tsuba al año, aunque agradece que su mujer le apoyara en todo este duro camino. En este sentido, advierte que es muy difícil encontrar a una mujer que comprenda la dura vida de un tsubakō y que es probable que por ello muchos artistas jóvenes queden solteros. El Sr. Ōkawa dice que en muchos años no había recibido la visita de una persona joven interesada en su trabajo y en su taller, y que jamás pensó que llegado el momento sería un español.

Las horas pasaron volando, y la noche había caído a lo que, a punto de despedirnos, el Sr. Ōkawa me preguntó si yo, aparte de estudiarlas, también coleccionaba tsuba. Le dije que sí, aunque mi modesta colección se reduce a cuatro cinco ejemplares, la mayoría de ellos regalos de amigos, alumnos o mi mujer, y que pese a tener piezas buenas y antiguas, ninguna está firmada —la firma de cualquier pieza que compone el nihontō, en la mayoría de los casos suele duplicar o triplicar el valor de dicha pieza— porque mi nivel económico no es muy alto. Ante esto, el Sr. Ōkawa extrajo una tsuba maravillosa, interpretación propia de una obra de Ichijō Gotō, que a su vez popularizó el tsubakō Mitsuhiro Kishōtei. Me comentó que se trataba del estudio preliminar que había realizado para la pieza que antes he mencionado que le llevó a ganar el tercer premio del Tōken Hakubutsukan, firmada por Chikō Ōkawa. Y ante mi sorpresa superlativa, me obsequió con dicha pieza, contento por contribuir con la primera tsuba firmada en mi colección y animándome a seguir estudiando en este mundo, así como agradeciéndome «la energía de ilusión y juventud» que le había transmitido.

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Obsequio del Sr. Ōkawa. Ensayo para la tsuba que ganó el tercer premio del Tōken Hakubutsukan.

Ha transcurrido casi un año desde que visité al Sr. Ōkawa, y hace escasas dos semanas antes de escribir este artículo recibo una carta de él, con un extracto de los premiados este año en el concurso del Tōken Hakubutsukan, viendo que ha quedado entre aquellos artistas a los que se les ha concedido una mención de honor, motivo por lo cual me alegro en sobremanera. La tsuba es de tipología nademaru gata con kaku-dotemimi, con seppa dai marcado y kuchibeni sekigane en el orificio del nakago ana. Se trata de una pieza que hace alarde del gran dominio de la difícil técnica ji sukashi que domina a la perfección el Sr. Ōkawa —una técnica que combina la decoración perforada sobre la superficie de la tsuba («en negativo») con aquellas figuras que aparecen en relieve («en positivo»)—, utilizando como motivo decorativo unos ideogramas (kanji), algo toma de estilos del Periodo Edo, especialmente del barrio de Akasaka de ciudad de Edo. Los kanji están vivos en la composición, rompiendo la ley del marco y gracias a la forma de los ryō hitsu ana sabemos que estamos ante una pieza del estilo Edo Ito, motivo por el cual está firmada como Masami Masanori.

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Lista de premiados por el Tōken Hakubutsukan. Mención de honor para el Sr. Chikō Ōkawa.

Pero una vez más, cuando ya pensaba que el Sr. Ōkawa me había dado mi dosis de alegría y felicidad, mi mujer me lee la carta que acompañaba la foto, y descubro para mi sorpresa el secreto que esconde la pieza. Los kanji que la componen son los siguientes:

  • 真:Verdad, auténtico
  • 留:Permanecer
  • 己:Uno mismo
  • 守:Proteger, guardar
  • 沙:Arena, filtrar y tirar lo malo (en el agua)
  • 羅:Tipo de tejido, red para capturar pájaros, colocar las cosas ordenadas como los cuadros de las redes.

Si juntamos todos estos ideogramas y los leemos todos juntos (真留己守沙羅) la pronunciación es «Ma Ru Ko Su Sa Ra», es decir mi nombre y apellido: Marcos Sala. El Sr. Ōkawa comenta en su carta, que realmente mi visita le infundió nuevos ánimos para crear nuevas tsuba, y que un día mirando mi tarjeta de visita, encontró en mi nombre y apellido su fuente de inspiración. Me comenta que hacía ya algunos años que en el concurso nacional del Tōken Hakubutsukan ni siquiera pasaba la fase previa, pero que este año con la tsuba de mi nombre, le han dado una mención de honor y me lo agradece. Inmediatamente le contesté con otra carta transmitiéndole mi enorme gratitud así como la promesa de volver a visitarle el año que viene y así poder aprender más de él.

Con esta anécdota, tan especial y emotiva cierro este artículo sobre la figura de un artista que no se doblega ante las modas, que sigue el duro camino de mantener las tradiciones de las artes plásticas que favorecían y portaban los samurái, y que pese a que en Japón no sea de los artistas más conocidos, y en el resto del mundo prácticamente se ignore la existencia de este tipo de artistas, no deja de ser un alto exponente de las artes tradicionales japonesas.


Fuentes:

  • Texto realizado por Marcos Sala [CoolJapan.es]
  • Imágenes: Marcos Sala [CoolJapan.es]

Acerca Marcos Sala

Marcos A. Sala Ivars es doctor y licenciado en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid. Colaborador Honorífico del Departamento de Historia del Arte de dicha universidad y Secretario del Grupo de Investigación Asia, centra sus investigaciones entorno al armamento japonés y la historia del arte vinculada al samurái. Su tesis supone un estudio pionero en español sobre el mundo de las monturas de sables japoneses, recibiendo la calificación de Sobresaliente “Cum laude”. Cuenta con una treintena de entradas divulgativas y una decena de publicaciones científicas. Ha impartido cursos y conferencias en 9 universidades españolas, 3 sudamericanas y 1 en Hungría, y colabora asiduamente con la Embajada de Japón y Fundación Japón. Su formación académica se complementa con un estudio marcial de tradiciones antiguas japonesas, siendo representante para España de algunas de ellas, así como pionero español en realizar demostraciones en algunos santuarios japoneses.

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