El japonés, como cualquier otra lengua, es un idioma que evoluciona. Sin embargo, hay palabras y expresiones que permanecen incluso desde la época de los samuráis. El idioma japonés cambia en su gramática y entonación dependiendo de la zona geográfica, existiendo varios dialectos. Algunos lingüistas han especulado sobre el posible origen del japonés actual en el dialecto hablado en la ciudad de Edo. El sociólogo y especialista en teatro japonés Matsunosuke Nishiyama argumenta que la importancia relativa de la población de principales ciudades japonesas como Osaka o Kioto no jugó un papel especial en la formación del idioma japonés genérico que se utiliza hoy en día. Si bien existía el gentilicio de Edokko, no ocurría lo mismo con las otras dos grandes urbes mencionadas. Del mismo modo, y debido a la propia idiosincrasia de sus gentes, su dialecto no era tan variable y móvil como el de Edo.
Los chōnin (gentes de clase media, generalmente comerciantes y artesanos) de Edo jugaron un papel destacado en el mecenazgo de las artes y también en la creación de un nuevo idioma y su posterior difusión por todo Japón. Nishiyama atribuye esta hazaña especialmente a las mujeres chōnin, haciendo uso de poemas y escritos populares como eran los kyōka (tipo de escritos poéticos de temática cómica y acompañados por dibujos). Los chōnin se fijaban en las clases piramidalmente superiores como los samuráis para refinar y adecuar su comportamiento, aunque sin renunciar por ello a sus orígenes. Por ejemplo, era común que una chica chōnin entrara a servir durante un tiempo en una casa samurái para aprender sus costumbres y etiquetas y convertir su futuro hogar en un lugar modélico.
En ocasiones, los chōnin que llevaban a cabo estas prácticas tenían más riqueza que los «señores» a los que enviaban sus hijas. No siempre pasaban su «estancia de estudios y servidumbre» en un hogar mejor, aunque sí más correcto y protocolario. Tampoco importaba el hecho de que la chica fuera a emparejarse con un samurái; de hecho, generalmente ya habían establecido un proceso de matrimonio concertado u omiai con otro chōnin. En la elaboración del nuevo japonés, ya sea por este motivo o por otros, muchas de las palabras o expresiones que utilizaron los samurái quedaron fijadas en la memoria colectiva, estas son algunas de ellas:
· Ichi go ichi e (一期一会): Esta frase se atribuye a Sen no Rikyū (1522-1591), que si bien no fue el creador de la vía del té o sadō, sí se puede decir que fue un punto de inflexión en la historia de este arte. Rikyū recogió el legado de los grandes maestros e innovadores del arte del té: Nōami, Murata Jukō y Takeno Jōō, e introdujo el concepto de wabi en la práctica de la ceremonia del té. Uno de los puntos fundamentales de la filosofía de Rikyū era el hecho de realizar cada acción como si fuera la última cosa que se fuera a realizar en la vida y, por ello, pretender que nuestro último legado resultara algo armónico y perfecto. En este sentido, Rikyū instruía a sus alumnos en la doctrina de que cada vez que se recibe a un huésped, se le saluda, se saca la taza, prepara el té… debe ser como si fueras a ver a esa persona solo una vez en la vida y por ello debes darlo todo «aquí y ahora» para dejar la mejor imagen posible. Esto es lo que significa ichi go ichi e, una alegoría a vivir el momento presente en su máximo esplendor. El sadō era una de las prácticas favoritas de los samurái, desde el mismísimo shōgun, pasando por los daimyō hasta los samurái de clase baja (goshi). Por ello, no es de extrañar que esta frase impregnada de tintes estéticos y filosóficos se empleara dentro de la clase guerrera para referirse a situaciones bélicas. De hecho, muchas escuelas marciales tradicionales (koryū bujutsu) hacen referencia a este dicho al intentar explicar que cuando uno va a combatir o a realizar un kata (forma) de adiestramiento, no puede estar distraído, pensando en lo que pasó antes o lo que pasará después de la contienda, sino centrarse en el «aquí y ahora».
· Issoku itō (一足一刀): «Un paso, un sable (corte)». Basándose en los mismos principios que la anterior frase ichi go ichi e, los samurái adaptaron la idea de «aquí y ahora» acentuando el factor de la inmediatez y la autodecisión en cada acción bélica. Lejos de las concepciones modernas del ki ken tai ichi: golpear al unísono con energía (ki), espada (ken) y cuerpo (tai), en las escuelas antiguas se pueden encontrar multitud de variaciones sobre los principios de ordenación de estos tres factores; sin embargo, lo que queda patente en todas ellas es la filosofía de «un paso un corte». Este corte, no importa cómo ni cuándo se produzca, lo importante es tener clara la idea de no desperdiciar una oportunidad y de que cada acción conlleva su reacción. Esta idea está íntimamente relacionada con principios de kenjutsu como el ichi no tachi (un sable) del koryū Shin Kashima, ryū fundado en el siglo XV, o el ittō sunawachi bantō (un sable para vencer 1.000 sables) de la escuela Ittō ryū, fundada entre los siglos XVI-XVII. En la vida diaria, la expresión issoku itō se utilizaría como una alegoría a la autodeterminación en finalizar o llevara a sus máximas consecuencias cada acción que se inicia. Por ejemplo: «me propongo hoy ver a 10 clientes y venderles productos a los 10, issoku itō».
· Ikkoku ichijō (一国一城): En los albores del Periodo Edo (1603-1868), el Bakufu Tokugawa, ante el temor de que se iniciara una guerra civil y con la firme intención de debilitar lo más posible a los señores feudales, dispuso una serie de normativas, siendo la más famosa el sankin kōtai o estancia alterna entre el feudo y Edo. Sin embargo, hubo otra medida de especial importancia: se trata del edicto ikkoku ichijō promulgado hacia 1615 y que establecía que solo podía haber un castillo por han (feudo). Aunque en algunos casos esta ley provocó la destrucción de fortalezas, decidiendo cada daimyō cuál era la que deseaba mantener, la principal acción de esta norma fue la prohibición de restaurar o reconstruir muchas de las fortalezas que habían sido dañadas durante las batallas del Periodo Sengoku. En otros casos, el simple abandono de los castillos «condenados» acababa haciendo mella en sus estructuras y terminaban por ser despedazados poco a poco para reutilizar sus materiales en la construcción de casas, templos y residencias. Este dicho ha pasado a la lengua popular para enseñar a valorar pertenencias que se tiene, sin ambicionar más. De este modo cuando alguien desee poseer más de lo que se la concedido se le puede recordar que «solo se permite un castillo por feudo».

· Tama no koshi ni noru (玉の輿に乗る): El origen de esta expresión se remonta al tercer shōgun del Periodo Edo: Iemitsu Tokugawa (1604-1651). Este shōgun ha pasado a la historia por la represión y ejecución de cristianos, el dicto de «cierre de fronteras» o sakoku de 1615 o la rebelión de Shimabara de 1637. También las intrigas llevadas a cabo entre sus propios familiares Tokugawa y con la corte imperial le han valido su presencia en los libros de historia. Pese al ajetreado gobierno que le tocó vivir, su íntima vida amorosa no pasó desapercibida. Desde su tórridos romances homosexuales en su juventud con dos samuráis a su servicio, primero con Narisada Mizuno y más tarde con Gozaemon Sakabe, de quien se enamoró hasta el punto de acabar asesinándolo, supuestamente por un asunto de celos. Pero aparentemente, Iemitsu era bisexual, y eso nos lleva al origen de la expresión tama no koshi ni noru, por una de las concubinas del shōgun: Tama / Ōtama / Keishōin (1628-1705). Esta dama era de origen humilde, su padre era un comerciante de verduras de Kioto; sin embargo, consiguió ser adoptada por la familia Honjō. Como consecuencia de esto, un día se cruzó con Iemitsu durante una comitiva, quedando el shōgun prendado de ella al instante y solicitando que pasara a ser su concubina. Esta dama le daría varios hijos, siendo uno de ellos el futuro quinto shōgun del Periodo Edo: Tsunayoshi Tokugawa. Keishōin estuvo íntimamente implicada en la construcción de los templos budistas Gokoku-ji y Zenkō-ji en Edo, donde tomó los hábitos de monja budista; sin embargo, también apoyó durante toda su vida uno de los santuarios shintō de su Kioto natal: el Imamiya Jinja, donde desde entonces se venera el «palanquín de joyas» o tama no koshi, vendiendo amuletos y ofreciendo oraciones para aquellas mujeres que buscan «un buen partido». Debido a esto, esta expresión ganó muchísima fuerza en el mundo de los chōnin, que siempre estaban viendo cómo podían, para aumentar su estatus social mediante una unión matrimonial. Hoy en día es algo que se sigue utilizando cuando una mujer consigue casarse con el hombre deseado, y especialmente cuando consigue «un buen partido» en el sentido económico.
· Tsuba zeriai (鍔競り合い) Esta expresión hace referencia a una de las partes principales del sable japonés (nihontō), la guarda o tsuba. En los combates de katana entre samuráis, en ocasiones se daba la situación en la que ambos enemigos atacaba a la vez o uno bloqueaba el corte del otro, presionando con sus cuerpos hacia adelante. Esto solía producir un encuentro de ambas tsuba, bloqueándose una sobre otra. Esta situación de empate técnico resultaba muy peligrosa. Las tres situaciones que solían resolver este escenario eran:
- Ambos responden al corte y se cortan el uno al otro (ai uchi).
- Uno de los dos lanza un corte en retirada. Esto se puede saldar con la victoria de uno sobre otro, o bien un nuevo empate si el adversario se cubre en retirada o al mismo tiempo también realiza un corte mientras escapa.
- Uno de los dos, o ambos, hacen uso de las empuñaduras (tsuka), de las manos y de sus propios cuerpos para propinar puñetazos, hacer llaves de desarme o provocar golpes con el cuerpo y contra el propio adversario (tai atari).
Esta expresión se utiliza en los contextos en los que, por ejemplo, dos personas pujan por un mismo puesto con igualdad de oportunidades, o cuando dos personas discuten no dando ninguna «su brazo a torcer». Por último, también puede usarse en situaciones en que se está «entre la espada y la pared», aunque en este caso tsuba zeriai tiene un componente más positivo ya que deja margen a que ocurra cualquier cosa.

· Shinogi o kezuru (鎬を削る): Es una expresión que podría ser perfectamente sinónima de tsuba zeriai. En este caso, se hace alusión a una la «cresta» de la hoja de un nihontō, la parte lateral que corre en paralelo a la hoja y al contrafilo (mune), estando más cerca de éste último. La hoja del sable japonés no está diseñada para parar golpes, al contrario de lo que mucha gente cree, un nihontō es un arma frágil, aunque bien utilizada pueda cortar superficies extremadamente duras. Ante la recepción de un ataque, las fórmulas favoritas de respuesta con un nihontō son las esquivas / deflexiones o las recepciones del golpe evitando en lo posible un impacto directo. Al llevar a cabo estas estrategias, la parte comúnmente utilizada es el shinogi, concretamente el lado correspondiente a la zona sashiomote de la hoja. En este sentido, cuando un adversario lanzaba un corte sobre otro, y este conseguía realizar una parada con la «cresta» de la hoja (shinogi uke), ambos adversarios quedaban en una situación similar a la de tsuba zeriai, aplicándose esta frase en los mismos contextos que la anterior.
· Seppa tsumaru (切羽詰まる): Los seppa son unas pequeñas piezas ovales, generalmente de cobre, que ayudan a fijar la montura del nihontō. En concreto, actúan de separación y fijación entre la tsuba y el habaki (por su parte superior) y entre la tsuba y el fuchi (por su parte inferior). Pese a que se utiliza en contextos similares a la expresión tsuba zeriai, esta idea hace referencia a una situación si cabe algo más «ajustada» o asfixiante, en la que no se puede maniobrar por estar bloqueado por ambos lados.

· Nuki sashi naranu (抜き差しならぬ): «Imposible de desenvainar». Esta frase se utilizaba en contextos similares a seppa tsumaru. El origen podría hacer referencia a cuando un sable se encontraba en malas condiciones de conservación, y debido a la formación de óxido era imposible sacarlo de la vaina. También existe la situación en la que, mediante un arma o las manos vacías, un samurái bloqueaba la katana de otro, impidiéndole llevar a cabo un desenvaine. Al igual que ocurre con la expresión anterior, donde la tsuba no puede moverse al estar flanqueada por los dos seppa, esta frase hace alusión a aquellos momentos/situaciones «que no avanzan ni hacia delante ni hacia atrás, siendo necesario desbloquearla para poder llegar a una solución. Este tipo de expresiones con orígenes marciales, llegaron a ser utilizadas por los chōnin en contextos tan diversos como las relaciones sentimentales o en problemas de pareja.
· Sori ga awanai (反りが合わない): El sori o medida de la curvatura de una katana se obtiene tranzando una línea imaginaria por el contrafilo e la hoja, entre la punta o kissaki y el final de la hoja antes de que comience la espiga o munemachi. Tomando el centro de esta línea imaginaria, se mide la distancia entre ella y el contrafilo de la hoja (mune), el dato obtenido corresponderá al sori o curvatura de la hoja. El sori es uno de los aspectos más cambiantes del nihontō a lo largo de su historia, determinando en muchos casos sus tipologías y cronología. Incluso dentro de los mismos tipos de nihontō el sori varía según el forjador, es por esto que muchas veces se utiliza la expresión de que «no hay dos sori iguales». Esta expresión suele usarse en el contexto en que dos personas difieren en algunos puntos fundamentales, haciendo imposible su compenetración. En este contexto introducimos un nuevo término de la morfología del nihontō: la vaina o saya. Durante el proceso tradicional de fabricación de un nihontō, cada saya está hecha a medida para cada hoja. Teniendo en cuenta el aspecto de la curvatura, y la naturaleza de las saya, podemos entender que una hoja con diferente curvatura a la de su saya, no podrá envainarse correctamente. La situación imaginaria en la que dos samurái intercambian sus sables, pero ninguno es capaz de envainarlos en sus saya debido a la diferencia de curvatura, fue utilizada por los chōnin simulando el intercambio inútil de sentimientos entre dos personas opuestas.

· Moto no saya ni osamaru (元の鞘に収まる): Entroncando directamente con la frase anterior, existe la expresión «el sable ha vuelto a su vaina original». Ya hemos hablado anteriormente de la importancia de la saya y su carácter único e intransferible, por lo tanto es comprensible que cuando una hoja y su vaina se vuelven a unir se produzca una situación de armonía. En ocasiones la hoja del nihontō adquiere un carácter fálico masculino, mientras que la saya es la vertiente femenina que acoge en su orificio a la hoja. Esto ha sido fruto de diversas frases como: «es la mujer la que calma al hombre, como la saya mantiene envainada la hoja», o «es junto a su vaina cuando la hoja finalmente alcanza la paz». Sin embargo, moto no saya ni osamaru hace referencia a una situación mucho más amplia, remitiéndose a cualquier hecho que, tras un periodo convulso, ha vuelto a la normalidad. Esta frase se suele utilizar para decir: «todo ha acabado bien» o «las aguas han vuelto a su cauce».
Fuentes:
- Textos consultados de: Wikipedia; Nishinomiya Matsunosuke: Edo culture. Daily life and diversions in urban Japan, 1600-1868.University of Hawai’I Press. Honolulu, 1997; Kunihira Kawachi, Masao Manabe: The art of japanese sword. As taught by the experts. Ribun Shuppan, Tokio 2004; Gary Leup: Male colors. The construction of homosexuality in Tokugawa Japan. Universidad de California, 1997. | Texto creado por: Marcos Sala [CoolJapan.es]
- Imágenes extraídas de: Marcos Sala, Wikipedia Commons