Existen cosas que únicamente funcionan en Japón y cosas excéntricas que para los japoneses son normales y tienen todo el sentido del mundo. Según se dice, Japón está «galapagonizado». Este neologismo viene por las Islas Galápagos, donde Darwin se inspiró para su obra El origen de las especies en la que desarrolla la teoría de la biología evolutiva. Ahora vamos a hablar del síndrome de Galápagos
¿Cuál es la relación entre Japón y la teoría del famoso naturalista inglés?
Galapagos-ka (ガラパゴス化, galapagonización) o síndrome de Galápagos es un término comercial y tiene cierto toque de epigrama. Compara Japón, que lleva evolucionando la cultura y el negocio a su manera, con las Galápagos, donde se encuentra un ecosistema que ha evolucionado de manera completamente distinta a la de otros continentes. Este término se emplea especialmente en el sector de la telefonía móvil.

El móvil del síndrome de Galápagos: el Gala-kē
El móvil del síndrome de Galápagos se llama Gala-kē (ガラケー), la abreviatura de Galápagos kētai (ガラ系ケータイ). Por lo general, se refiere a los móviles japoneses de tercera generación, pero más concretamente al móvil plegable de concha, que no es un smartphone pero tiene funciones como correo electrónico, Internet y cámara. En 2004 fue la primera vez que NTT docomo lanzó el móvil con la posibilidad de utilizar dinero electrónico a través de una tarjeta inteligente llamada FeliCa, producida por Sony.
Comparándolo con vuestro móvil actual, quizá no encontréis ninguna superioridad aparente. No obstante, os hablo de un tiempo pasado en el que fuera de Japón los móviles apenas tenían cuatro juegos, radio, calculadora y poco más. Desde luego, el tiempo que transcurre implacablemente rápido en el mercado de la tecnología.
En aquel entonces se vendían también otros modelos de gala-kē que eran impermeables, se podía ver la tele en ellos, tenían un hueco para poner adornos (muchas chicas les cuelgan varios muñecos más grandes que el propio móvil), diversos emoji (emoticonos, algunos con otras empresas nacionales) y hasta hubo una serie de móviles de sharp que tenían agenda, etc. Y lo mejor es que no eran tan caros como los smartphones. Los teléfonos celulares nipones tenían una calidad destacada en su época, pero no gozaron de un buen rendimiento comercial fuera de Japón.
¿Cómo nació el síndrome de Galápagos?
El trasfondo del aislamiento del móvil japonés en el mercado internacional se debe al régimen industrial del Gobierno para fomentar la difusión y el desarrollo del teléfono celular. El gobierno japonés cedió gratuitamente la frecuencia para el móvil a las empresas dedicadas a la teléfonía, por lo que estas pudieron invertir en la instalación de las redes telefónicas, sacar nuevas técnicas y estándares de comunicación para el móvil, etc.
Mientras tanto, en otros países, lo normal es que los estados subastaran el derecho del uso de la frecuencia, de modo que las empresas de otros países necesitaban gastar mucho en la adquisición de este permiso y por eso no pudieron invertir tanto en el desarrollo de los moviles ni en rebajar el precio del producto y de las tarifas. Recuerdo que en 2004, cuando estuve unos meses en Italia, fui a comprar un móvil para comenzar la nueva vida allí. Me costó elegir uno porque me parecía que todos tenían un precio abusivo tras ver las funciones de aquellos teléfonos «internacionales». Aquella relación entre calidad y precio no me parecía justa en absoluto, pero al final no tuve más remedio que comprar un Nokia a 90 euros. A lo mejor no os parece nada caro, pero en aquel momento le habría dado un valor máximo de treinta euros. Además, para recargarlo a través de la oficina o del teléfono, siempre me cobraban cinco euros de comisión (es decir, para recargar cinco euros necesitaba pagar diez en total).
Era la época dorada del teléfono móvil japonés. Espero que Italia haya abandonado el sistema de cobro de la comisión. Una moraleja que he aprendido tras vivir en varios sitios es que para ser feliz en cualquier lugar no se debe comparar demasiado, especialmente cuando uno no ha tenido experiencias muy agradables.
Entonces, ¿cuál es el problema del móvil síndrome de Galápagos?
Fuera de Japón, el mercado precisa una calidad y unas funciones diferentes a las de allí. Mientras el mercado japonés se estaba desarrollando a su manera, el mercado internacional llegó al acuerdo de usar una norma llamada «estándar de facto», por lo que Japón no tardó en quedarse solo.
El mayor percance fue la incompatibilidad. Esta clase de móviles se fabricaban solo por la necesidad y el gusto de los consumidores japoneses, porque como somos isleños, no hay mucha gente que tenga contacto con la gente de ultramar. Originalmente, el móvil japonés no llevaba tarjeta SIM ni tenía compatibilidad con los teléfonos celulares de otros países. Finalmente, el mercado del móvil japonés perdió la competitividad en el mercado internacional. En cierto modo, se podría decir que Japón cerró la puerta comercial.
La principal consecuencia no fue solo el aislamiento, sino que pronto surgió la siguiente hipótesis: si se hubieran introducido productos extranjeros que hubiesen sido útiles en el mercado nipón, y menos caros que los japoneses, la ley de la naturaleza dicta que las especies autóctonas habrían desaparecido.
Pese a la actual popularización mundial del smartphone, lo cierto es que hasta el debut de iPhone los Gala-kē eran bastante avanzados. Pero bueno, el mundo está cambiando constantemente. Siempre aparece algo nuevo y más popular que sustituye al ex triunfador, aunque también hay gente fiel al anterior modelo. Así mismo, hay gente que sigue indecisa sobre si debe cambiar su móvil o que no puede deshacerse de su Gala-kē. En cualquier caso, hoy en día existen Gala-kē con funciones más parecidas a las de los smartphones.
El síndrome de Galápagos desde el punto de vista proteccionista
Geográficamente, Japón está aislado por el mar. Ya han pasado más de ciento cincuenta años desde la reapertura del país al extranjero, pero el mercado japonés se sigue desarrollando principalmente considerando la necesidad y el gusto de los japoneses.
Es decir, que en cierto modo, tiene un sistema de autosuficiencia a pesar de que depende de la importación debido a la escasez de recursos naturales como gas, petróleo, minerales, etc. Incluso en lo referente a la deuda nacional (Japón sigue muy endeudado), la mayor parte de los bonos del Tesoro están en manos de los japoneses. Se podría decir que Japón no acaba de ceder el poder de la nación a otros países. Japón siempre ha sido bastante proteccionista para defender los productores nacionales, como por ejemplo en el caso de productos agrícolas, los electrodomésticos y otros mercados industriales como el de los automóviles, donde ha impuesto aranceles más altos para los importados. Quizá podría incluir aquí también los bonos del Tesoro.
Al principio de la popularización del teléfono móvil, Japón eligió adrede el sistema incompatible con el de otros países con el objetivo de proteger los productores nacionales, aunque en esta ocasión les salió mal la jugada.
¿A los japoneses nos cuesta decir que no?
Entre los japoneses, solemos decir que no sabemos decir que no. Nos cuesta rechazar propuestas, ofertas, solicitudes de los extranjeros… Concretamente, lo decimos avergonzados por no tener fuerza para el rechazo. No solo a nivel ciudadano, sino también a nivel político.
Opino que esa debilidad nuestra es la manifestación del complejo de inferioridad que tenemos hacia el mundo occidental desde la era Meiji. Tras doscientos años de régimen político de aislamiento del país, Japón abrió de nuevo sus puertas y para compensar la diferencia entre los países fuertes de esta época intentó absorber todo lo que pudiera de Occidente para tratar de alcanzar su mismo nivel. Desde entonces, los japoneses todavía sentimos que los países occidentales son superiores. De hecho, mis compatriotas que nunca han vivido fuera suelen decir «¡Qué bien vivir fuera!». Sin embargo, muchos japoneses que hemos vivido fuera sentimos que Japón tiene una situación bastante favorable que muchos otros países.
Somos animales curiosos que deseamos lo que no tenemos, sin valorar lo que ya poseemos. Lo más importante suele estar a nuestro lado sin darnos cuenta. Por otro lado, creo que mantener un modelo japonés único quizá sirva para proteger la nación.
El síndrome de Galápagos desde el punto de vista de la autosuficiencia
El Galápagos-ka no es necesariamente una idea negativa, aunque cuando hablamos de este término lo sentimos como un poco agridulce, como cierto tipo de humor cínico.
En cuanto a la demanda, parece claro que los japoneses exigentes queremos unos productos que los fabricantes extranjeros no logran proporcionarnos y viceversa: es posible que los que nos interesan sean considerados innecesarios por muchos de los consumidores fuera de Japón. Personalmente, no me parece mal que un país pueda producir lo que su pueblo demanda. Si un país dependiera totalmente de las importaciones, su poder como nación disminuiría. El problema llega cuando está en juego su competitividad a escala global, debemos considerar el equilibrio tanto para proteger a la industria doméstica como para satisfacer a los consumidores nacionales e internacionales. Actualmente vivimos en una época en la que tenemos que proteger nuestro territorio nosotros mismos, en todos los sentidos.