El documental Walking with my mother nos llevaba junto a la señora Suchie Sakaguchi de regreso a la pequeña isla donde nació. Tras largas décadas en Tokio, la anciana se reencontraba, emocionada, con numerosas amigas de la infancia en el centro geriátrico de la localidad. Al despedirse tras pasar juntas la jornada, una de las amigas le dice: «¡Qué agradable ha sido recordar juntas lo mal que lo pasamos durante la guerra!».
Pero, ¿es posible disfrutar recordando semejantes penalidades? Eso pensé mientras veía la película en el Tokyo International Film Festival. Dos años después, en el mismo escenario, esas palabras y las sensaciones que a partir de ellas se desplegaron volvían a mi cabeza. La maravillosa Kono Sekai no Katasumi ni, cuya fuente original fue recientemente glosada en este mismo espacio, venía a recordarnos que la nostalgia por la juventud no entiende de padecimientos. Y es que, como nos recuerda la protagonista del relato, también durante la guerra las cigarras cantan.
Llorar es desperdiciar sal
Kono Sekai no Katasumi ni nos lleva a los años treinta del siglo pasado. La película comienza con un recorrido de la niña Suzu por una geografía urbana que, pese a estar hoy en día perdida, no tardarán en reconocer aquellos que hayan visitado Hiroshima. De más está comentar las funestas perspectivas que el espectador anticipa ya desde el primer fotograma.
Este planteamiento parece remitir, irremediablemente, a alguna otra muy afamada animación sobre los estragos de la guerra. Sin embargo, estamos ante una propuesta sensiblemente diferente. Esa película que todos tenemos en mente nos golpea desde su voluntad realista. Pero en este caso es la divagación fantástica de la protagonista e incluso, en determinados pasajes, la recreación abstracta de su mundo interior lo que nos ata un nudo en la garganta. Y a la vez que nos encoge el corazón, expande y multiplica las sugerencias visuales. Lo que había comenzado como un relato visualmente algo convencional, se va tornando progresivamente en un sofisticado despliegue que se pone a la altura de la secuencia narrativa.
Eso no implica que la cinta carezca de realismo. El espiritu fabulador de nuestra protagonista no es un subterfugio para realizar un ejercicio escapista. Lo que el filme nos pone delante es una demostración de la capacidad humana para superar adversidades. Y es que, como se afirma en un determinado pasaje, en tiempos de escasez, llorar es desperdiciar sal.
Ese realismo, esquivo en la propuesta estética, domina de algún modo la articulación narrativa, presentando la historia en orden cronológico. Pese a ello, la dosificación de la información y el agreste estilo de edición hacen de esta película una obra, no me atrevería a decir experimental, pero sí un tanto singular. Como en la mecánica de los recuerdos, las escenas se agolpan, se suceden de forma abrupta, sin dar respiro ni apenas dejar espacio a ser asimiladas y reinterpretadas, forzando a un ensamblaje apresurado en el conjunto.
Desde la primera secuencia, ya lo hemos dicho, el filme juega a insinuar aspectos de lo que les va a acontecer a los personajes. Sin embargo, la narración nos obligará constantemente a ir replanteando esas aparentes certezas, al ir conociendo de su carácter, de sus íntimos anhelos y sentimientos.
El interés se mantiene hasta el último renglón de los créditos finales. Magistral cierre que concluye con el último saludo de Suzu, quien se despide de nosotros agitando, en grácil balanceo, su mano derecha. Y es que, como ella misma nos recuerda, hasta en los momentos más difíciles las mariposas vuelan.
Historias de la Historia
En estos tiempos de corrección política y sensibilidades a flor de piel, la distribución internacional de esta extraordinaria obra podría tener que atravesar algunas turbulencias. Suerte tiene el público español de contar con un festival como el de Sitges, al que no le suele temblar el pulso –así se ha visto en ocasiones anteriores– ante posibles polémicas. También contamos con una distribuidora que, con lo difícil que está nuestro mercado, batalla admirablemente para traer de lo bueno lo mejor de la animación nipona. Nos referimos a Selecta Visión, que con este artículo ya redactado nos anuncia que han adquirido la licencia bajo el título de En este lugar del mundo. El caso es que en los conciliábulos del festival, el cronista ha podido pulsar el rechazo de los programadores de ciertos certámenes europeos de importancia a esta cinta. En ella creen detectar el mismo proselitismo nacionalista que se puede atribuir a numerosas producciones cinematográficas recientes. De nuevo un canto al mito de la indestructible capacidad de recuperación del pueblo japonés, señalan. Una glorificación de la armada imperial nipona, subrayan.
Con la primera afirmación podría estar de acuerdo, si no me pareciese fruto de una mirada estrecha que no tiene en cuenta la universalidad de las situaciones relatadas. Ante una producción japonesa, seguimos poniéndonos las gafas de la especificidad cultural. Y lo peor, encima les culpamos a ellos de nuestro sesgo…
Con la segunda afirmación no puedo estar más radicalmente en desacuerdo. Es cierto que algunos personajes se admiran de su poderío al vislumbrar, atracado en el puerto, el navío Yamato. ¿Acaso no es normal? La construcción del mítico destructor fue un hito tecnológico y la espectacularidad de sus dimensiones debía resultar asombrosa para cualquier persona de la época. Pero acusar en ello una intención proselitista se me hace algo miope, cuando la noticia de la destrucción del supuestamente invencible Yamato es uno de los elementos que puntea el estado anímico de los protagonistas a lo largo del relato.

El microcosmos que muestra la película es el de los habitantes de Kure, una ciudad portuaria y militar. Todas las familias de este entorno, incluida la de nuestra protagonista, están ligadas al desarrollo naval del imperio. Lo quieran o no, su modo de vida confluye con la propaganda oficial para que no vean necesidad de cuestionar el relato glorificador imperante. Y sin embargo lo cuestionan. Baste mencionar una escena –cuyos detalles no queremos desvelar– que se desarrolla tras la visita a la propiedad de la familia protagonista de una delegación de la policía militar. Que el espectador juzgue si la cinta toma partido por la grandeza del imperio y celebra sus gestas.
Más aún, el filme incluye una significativa mención a un barrio en el que una mujer casada como Suzu no debería adentrarse. Cuando la despistada protagonista, en su deambular, se encuentra rodeada de mujeres ricamente vestidas y que emiten un agradable olor, no entiende que estas no sepan indicarle como salir de allí. Le ayudará finalmente una dulce muchacha, de sugerente acento y nombre a todas luces no japonés. Así, aunque sea con la misma tímida candidez que caracteriza al personaje de Suzu, el filme incluye una mención a un tema que es muy delicado tratar en el revuelto contexto político actual. Una referencia más explícita podría haber condenado la película a no pasar de un proyecto. Pero Kono Sekai no Katasumi ni ha logrado llegar a las pantallas sin renunciar a mostrar una realidad histórica que algunos –en ciertos casos además desde el poder– pretenden negar.
En definitiva, el filme no rehuye ningún tema. Ni la situación más rechazable ni los momentos menos amables quedan fuera del relato. Cuando la desgracia se manifiesta, la película no nos oculta su crudeza. Y sin embargo, la capacidad de fabulación de Suzu imprime una pátina de optimismo a la cinta en su conjunto. Y es que, como nos recuerda la protagonista del relato, también durante la guerra las cigarras cantan y las mariposas vuelan.
Fuentes:
- Texto creado por José Montaño [CoolJapan.es]
- Imágenes de: ©Fumiyo Kouno/Futabasha/Konosekai no katasumini Project | Tokyo International Film Festival