Los años no pasan en balde y es normal que el tiempo muestre sus efectos, pero hoy no podemos dejar de sentirnos tristes por la muerte del dibujante Shigeru Mizuki, un auténtico maestro del manga que a través de sus dibujos revivió la fascinante tradición japonesa de los yōkais (espectros japoneses) y cuya obra ha influenciado en gran medida a muchos de los dibujantes del panorama actual. El autor, de 93 años, ha fallecido esta mañana en un hospital de Tokio después de 20 días ingresado a consecuencia de fuertes mareos que derivaron en un golpe en la cabeza, siendo una insuficiencia cardíaca lo que finalmente se ha cobrado su vida.
La vida de Shigeru Mura (su verdadero nombre) ha sido tan intensa que no es de extrañar que también se haya trasladado al manga. Nació en Sakaiminato, Tottori, en 1922 como el segundo de tres hermanos. De joven creció escuchando las historias de fantasmas que le contaba su vecina, unos relatos que despertaron su interés por lo sobrenatural y que han influido sobremanera en las obras que ha producido en el futuro. A los veinte años, en plena Guerra Mundial, fue reclamado para unirse a las tropas del Ejército Imperial Japonés y fue enviado a la isla de Nueva Bretaña, en Papua Nueva Guinea. Sus traumáticas experiencias durante este periodo le afectaron mucho: no solo contrajo la malaria, sino que también vio morir a muchos compañeros y tuvo que lidiar con otros varios horrores que provoca la guerra. Finalmente, durante un ataque aéreo del enemigo, se vio sorprendido por una explosión que le hirió gravemente el brazo izquierdo, resultando en su pérdida.
Zurdo como era, tras el conflicto tuvo que aprender a escribir y a dibujar con su mano derecha. Su recuperación en Rabaul le llevó a hacerse amigo de los toláis locales, que le ofrecieron un hogar y ciudadanía mediante el matrimonio con una de las mujeres del lugar. Tras llegar por fin a casa, Mizuki pensó en volver de nuevo a Nueva Bretaña, pero el proceso de ocupación japonesa cambió sus planes de regreso. Sus heridas y la pérdida de su brazo tampoco ayudaron en su situación, y menos aún el hecho de que su hermano mayor, un oficial de artillería, fuera encarcelado como criminal de guerra por ejecutar a prisioneros durante el conflicto bélico.

Desde su regreso hasta 1956, trabajó como operador en un cine hasta que logró debutar como autor de manga. Fue al año siguiente cuando publicó su primer trabajo, Rocketman, y desde entonces ha creado numerosas historias, la mayoría centradas en las temáticas de la guerra y los yōkais. Respecto a estos últimos, no hay duda de que su manga más popular es GeGeGe no Kitarō: una oda al imaginario sobrenatural de Japón que revitalizó su presencia en los relatos de fantasía y que se ha adaptado en diversos medios como el anime, el cine o los videojuegos. Se estrenó en 1960 como teatrillo ilustrado con el título Hakaba Kitarō («Kitarō, el del cementerio»), pero al ser demasiado terrorífico para los niños, en 1965 pasó a las páginas de la revista Shōnen Magazine de Kodansha, si bien terminó visitando otras tantas publicaciones durante su recorrido.
La historia está protagonizada por el susodicho Kitarō, un chico nacido en un cementerio que se convierte en el último miembro del clan de los fantasmas y que lucha por la paz entre los humanos y los yōkai. En total, son seis las veces que GeGeGe no Kitarō ha dado el salto a la animación, dos de ellas de manos del ilustre director Isao Takahata. Y es que Kitarō es ya todo un icono en Japón. Como muestra de ello, el ayuntamiento de Sakaiminato honró a su hijo predilecto en 1996 abriendo la llamada Mizuki Shigeru Road, una calle entera decorada con más de 150 estatuas de bronce de sus característicos personajes, convirtiéndose así en la capital oficial de los fantasmas.

Pero aunque el dibujante se ha ganado el afecto de los más pequeños con este título, no es menos cierto que Mizuki también se ha vuelto famoso por sus duras críticas al ejército japonés por su papel en la Segunda Guerra Mundial. Sus vivencias en el campo de batalla han servido como material para varios mangas, entre los que destacan Operación Muerte, Hitler: La novela gráfica y Watashi no Hibi («Mi día a día»), siendo esta la última de sus obras publicadas. Gracias a ellas, ha obtenido importantes galardones en el mundo del cómic, como el Premio Cultural Osamu Tezuka, el premio al mejor cómic en el Festival Internacional de Angulema o el premio a la mejor edición procedente de Asia en los prestigiosos Premios Eisner. Así mismo, el gobierno japonés le concedió en 2010 el título de Persona de Mérito Cultural, dando buena cuenta de su papel clave en el desarrollo del manga moderno.
Hecho este repaso sobre la vida de tan legendaria figura, solo me resta ofrecer mis condolencias a su familia y a los fans del manga en general, pues hoy hemos perdido a un gran dibujante que ha logrado traer la sonrisa a millones de japoneses durante más de 50 años. Nuestra compañera, Lisa Kobayashi, comparte con nosotros un breve comentario sobre su experiencia como una de estas personas que ha vivido de primera mano la presencia de Kitarō en Japón:
Cuando era pequeña, veía anime en la tele todas las tardes. Crecí con los yōkais de GeGeGe no Kitarō creados por Shigeru Mizuki y, como yo, muchos niños japoneses pasaron su infancia acompañados por estos fantasmas. Suena bastante surrealista, pero muchos los sienten muy familiares, casi como si fueran amigos. Los yōkais de Mizuki no son todos tradicionales de Japón, sino que algunos son de creación propia. No obstante, a mí me daba igual: el maestro Mizuki me llevó a un mundo fantástico lleno de yōkais como el protagonista Kitarō, que tiene un gran sentido de la justicia; su sabio padre, que le da consejo; una chica mona y dulce llamada Neko-musume que, cuando se enfada, es capaz de transformarse en un diablo; Nezumi-otoko que es vago y pícaro e intenta aprovecharse de los demás; Nurarihyon, un yōkai sin piedad, etc. Ahora me doy cuenta de que el mundo de los yōkai es muy humano.
A través del filtro de Shigeru Mizuki, pude ver el mundo real de los adultos de manera amena. Como muchos protagonistas de manga y anime, Kitarō no es ningún superhéroe, tiene debilidades, pero se esfuerza en enseñar la importancia de hacer todo lo posible y que la colaboración de los pequeños y los débiles puede ser una amenaza para los más grandes. Tottori, una prefectura del archipiélago nipón con exóticas dunas, es la tierra de Mizuki-sensei. Allí se encuentra una calle llena de los yōkai creados por el maestro y también la tumba del propio artista, preparada desde hace tiempo, que es muy conocida porque está rodeada de sus queridos fantasmas. Ahora, ya puede estar con sus amigos para siempre.
Descanse en paz.
Si todavía no conocéis la obra de Shigeru Mizuki, os invitamos a descubrirla a través de los diversos títulos que se han editado en España.
Fuentes:
- Textos consultados de: Wikipedia | Texto creado por David Heredia Pitarch [CoolJapan.es]
- Imágenes extraídas de Kotaku, Chofu City, The Travel Reminders