Con motivo de su aniversario, hoy nos gustaría recordar la figura de la dibujante Moto Hagio y su importancia en el mundo del manga: una presencia que marcó a toda una generación de mujeres y niñas y que a día de hoy continúa siendo un referente para muchas artistas actuales. El pasado enero Hagio recibió el prestigioso premio Asahi por su innovador enfoque a la hora de dibujar manga, pero ya en 2012 se convirtió en la primera mujer dibujante en ser condecorada con la Medalla de Cinta Púrpura otorgada por el gobierno japonés reconociendo sus logros artísticos a lo largo de su carrera. Sin duda, un merecido homenaje a su esfuerzo por hacer evolucionar el manga y fomentar la inclusión de las mujeres a ambos bandos del medio.
Moto Hagio y la revolución de las chicas del 24
El manga lleva ofreciendo desde hace tiempo historias y personajes con las que las chicas pueden identificarse sin necesidad de caer en tópicos ni de discriminar al público lector. Claramente, el mérito de esta gesta recae en la Generación del 24, uno de los dos grupos de mujeres dibujantes que revolucionó el manga shōjo dirigido al colectivo femenino. Las obras de estas artistas han tratado siempre temas tan radicales como filosóficos, en especial en lo que respecta a la sexualidad, y muchas de ellas son consideradas como iconos del manga. El nombre del grupo hace referencia a su año de nacimiento, el 24 de la era Showa, que corresponde a 1949 (por lo que también son conocidas como «las del 49»). Aunque nunca se ha llegado a definir bien el número de integrantes, se consideran incluidas las artistas Yasuko Aoike (Eroica yori Ai wo Komete), Riyoko Ikeda (Versailles no Bara), Toshie Kihara (Mari to Shingo), Minori Kimura (Okurimono), Yumiko Ōshima (Wata no Kuni Hoshi), Nanae Sasaya (Kōritsuitame), Keiko Takemiya (Terra e…), Mineko Yamada (Sōgen no Ōkami), Ryoko Yamagishi (Arabesque) y, por supuesto, Moto Hagio. Un segundo grupo, conocido como el «post-24», estaría formado por Aiko Itō, Yukiko Kai, Wakako Mizuki, Yasuko Sakata, Shio Satō y Michi Tarasawa.

La Generación del 24 contribuyó de manera significativa al desarrollo de los subgéneros en el manga de demografía shōjo y marcó la primera entrada importante de artistas femeninas en la industria. Desde entonces, el shōjo sería dibujado principalmente por mujeres y para mujeres. También contribuyeron a una evolución del estilo, creando nuevas convenciones en la distribución de los paneles y alejándose de la tradicional disposición de viñetas rectangulares de la época. De este modo, empezaron a usar formas y configuraciones distintas para enfatizar la acción y también a difuminar o eliminar totalmente los bordes de las viñetas.
Moto Hagio y Keiko Takemiya estuvieron viviendo en el mismo apartamento de Oizumi (Nerima) de 1970 a 1973, en una situación similar a la del famoso Tokiwa-sō de Osamu Tezuka. Norie Masayama, una amiga de Takemiya, vivía cerca de ellas y describe a Hagio como el cerebro del dúo. Masayama no era dibujante, pero introdujo a su amiga en el mundo del romance homosexual a través de la revista Barazoku («La tribu de la rosa», la primera revista de temática gay aparecida en Japón) y la película Les amitiés particulières, lo que inspiró a la pareja para crear las primeras obras que mostraban este tipo de relaciones. Hasta ese momento, el manga shōjo era creado principalmente por artistas masculinos como Osamu Tezuka —que sentó las bases con Ribon no Kishi, editada en España como La princesa caballero— o Leiji Matsumoto, así que estos intentos de artistas femeninas fueron relativamente novedosos. Por suerte, sus obras fueron muy bien recibidas por niñas, mujeres e incluso hombres. Sus acciones y éxito posterior pavimentaron el camino para la aparición de futuras artistas de renombre como Rumiko Takahashi o Sumika Yamamoto.
La chica iguana entre el romance y la ciencia-ficción
Nacida en 1949 en la isla de Kyūshu, lo cierto es que sus padres nunca han respetado el manga e incluso llegaron a presionarla para que abandonara la profesión que tanto le gustaba y buscara un trabajo más normal. Sin embargo, su pasión por el dibujo jamás se vio abatida y desde su debut en el año 1969 con la historieta Lulu to Mimi en la revista Nakayoshi ha ido reuniendo toda clase de prestigiosos galardones en reconocimiento a su obra. En esta desesperada lucha por mantenerse fiel a sus principios, trasladó sus historias a los mundos de la ciencia-ficción y la fantasía como una forma de escapar de los problemas domésticos.

Ha sido así, a lo largo de casi 50 años, como ha creado toda una ristra de obras maestras empezando con Poe no Ichizoku («El clan Poe», 1972), en el que cuestiona la naturaleza de los seres humanos a través de los ojos de un vampiro atrapado para siempre en el cuerpo de un joven abandonado. De este modo seguiría con otros tantos títulos de igual valor como fueron Thomas no Shinzō («El corazón de Thomas», 1973) o Hōmonsha («El visitante», 1980). No solo eso, sino que su afición por la lectura de autores como Asimov, Bradbury o Clarke le sirvió de inspiración para probar suerte con la ficción de corte más futurista, siendo clásicos como 11-nin Iru! (¿Quién es el 11º pasajero?, 1975), Star Red (1978), A-A’ (1981) o Marginal (1985) algunos de los mejores exponentes del género en el mundo de las viñetas japonesas. Hagio llegó a adaptar en U wa Uchūsen no U («C de cohete», 1977) varios de los Cuentos del futuro de su ídolo Ray Bradbury, al que pudo conocer en persona en una pasada edición de la ComicCon de San Diego.
Dicho esto, la publicación de Iguana no Musume («La chica iguana», 1991) supuso un antes y un después en su carrera, pues este primer intento por trasladar sus historias al Japón contemporáneo le ha permitido seguir elaborando otras iguales sin sentirse incómoda, aunque parece claro que todavía prefiere la cultura y los personajes occidentales, especialmente los chicos jóvenes de facciones finas. La fijación de Hagio por estos personajes masculinos fue una de las razones por las que se considera una de las grandes innovadoras en las historias del tipo shōnen-ai. Apenas un par de años después de su debut publicó 11-gatsu no Gymnasium, una historia que trataba abiertamente la relación entre dos chicos en un internado demostrando así que el amor que presenta en sus dramas, tan fascinantes como psicológicamente intrincados, no siempre se queda en lo platónico y simbólico. En definitiva, no hay duda de que sus mangas sorprendieron, fascinaron e inspiraron a miles de chicas (y también de hombres, no olvidemos) desatando un boom del manga shōjo en los 70 y abriendo las puertas a las mujeres dibujantes de la época.
Cinco décadas después, las revistas que contienen sus nuevas obras se siguen vendiendo al instante y no parece que vayan a dejar de hacerlo. Mientras tanto, en España, apenas empezamos a descubrir a esta «madre» del manga moderno con el estupendo ¿Quién es el 11º pasajero? de Ediciones Tomodomo, que no podemos sino rezar por que sea la avanzadilla de otros tantos títulos por llegar, pues sería verdaderamente injusto prescindir de semejante icono en nuestras estanterías.
Fuentes:
- Textos consultados de: MANGA! (Taschen), Urasawa Naoki no Manben, koi-nya.net | Texto realizado por David Heredia Pitarch [CoolJapan.es]
- Imágenes extraídas de: Moto Hagio SF Artworks