FICHA DEL LIBRO

- TÍTULO ORIGINAL: 富嶽三十六景, (Fugaku Sanjūrokkei)
- AUTOR: Katsushika Hokusai (1760-1849). Redacción por Vicente David Almazán Tomás (1971).
- TRADUCCIÓN: Vicente David Almazán Tomás. Corrección de textos a cargo de Isabel Mellén.
- GÉNERO:
- EDITORIAL: Sans Soleil Ediciones.
- AÑO: Original publicado en 1833.
- PÁGINAS:
36 vistas del monte Fuji
Nuevo acercamiento a la obra del intemporal Katsushika Hokusai
La editorial española Sans Soleil, afincada en Vitoria-Gasteiz, publicó en octubre de 2019 la versión española de este libro, siendo este el número 19 de la colección Wunderkammer, dedicada tanto a obras visuales como novelas mudas, y al trabajo de artistas del grabado, la estampación y de la ilustración. En concreto, este 36 vistas del monte Fuji forma parte de la serie Japón de la editorial vitoriana: un conjunto de publicaciones especializadas en dar visibilidad en nuestro país a las obras de los grandes maestros/as del arte nipón.
Se trata el que nos ocupa de un compendio de algunas de las obras más célebres en Occidente, y también en la propia Japón, del artista nipón más famoso del mundo, Katsushika Hokusai (1760-1849). Se trata esta de la publicación más reciente de la editorial basada en la obra del maestro, habiendo publicado Sans Soleil a lo largo de los años otros volúmenes relacionados con el japonés como Cien Vistas del Monte Fuji (2016) y que nuestro compañero Sergio Paterna reseñó, o Manual de dibujo abreviado (2018), y reseñado por Andrés Domenech Alcaide, un humilde servidor, también para CoolJapan.es.
En la actualidad, Hokusai es un artista de renombre internacional, conocido y estudiado por cualquier artista o historiador del arte que se precie. Mas esta fama no es exclusiva de tiempos más recientes. Y es que el maestro ya era alabado por entusiastas del arte hace varios siglos, y no sólo en su país de origen. Su uso del color casi siempre plano –aprovechando las técnicas de coloreado propias de la estampación–, y de las formas geométricas simples para descomponer todo cuanto dibujaba, así como el empleo de la perspectiva como un lenguaje más en su obra, y un meticuloso estudio de la composición, han hecho a este artista objeto de estudio por parte de otros grandes, como los europeos Monet, Cézanne, Degas, e incluso van Gogh.
Hokusai fue célebre en Europa y el resto del mundo y no sólo Japón, gracias al fenómeno denominado japonismo, mediante el cual el arte nipón comenzó a ser coleccionado y estudiado en Occidente, en pleno siglo XIX. Corriente que, como bien señala Almazán en sus comentarios a lo largo de este libro, aún pervive en la sociedad actual, añadiendo no sólo obras pictóricas como las de Hokusai a este bagaje, sino también el anime, el manga y los videojuegos.
A Katsushika Hokusai se le recuerda no sólo como un artista de renombre, sino como un cualificado artesano y un maestro del Arte. Alguien que, mediante sus obras y publicaciones relacionadas con ellas, enseña a los lectores y espectadores a producir y entender el Arte, y el Dibujo en concreto. Esto se lo debemos particularmente a obras como sus reputados volúmenes, Manga, en los que da lecciones de dibujo y composición, y también a obras como su Manual de dibujo abreviado, que mencionamos anteriormente, y que, ya hemos mencionado también, reseñé para CoolJapan.es yo mismo. Dice Almazán del maestro en este libro que nos ocupa, que «era capaz de dibujar cualquier cosa», algo que se encuentra sobradamente demostrado al ir leyendo las explicaciones del profesor junto a la propia obra de Hokusai, y su relación con otras producciones del artista, así como con las explicaciones que este daba en sus distintos manuales.
La obra de Hokusai se estudia aún en distintas escuelas de diseño y arte, y se emplea por el personal docente a la hora de enseñar Dibujo –de esto puedo dar fe, ya que quien les escribe es profesor y enseña libros como este que tenemos entre manos a su alumnado, para aprender a dibujar–. El maestro aprovechaba su propio talento personal y sus propias técnicas, que desarrollaba y mejoraba también gracias a las enseñanzas que adquiría mediante visitar la obra de otros grandes, entre otros, maestros del ukiyo-e como Nishikawa Sukenobu (1671-1750) o Suzuki Harunobu (1724-1770); pero, además, incorporó a sus conocimientos técnicas occidentales como la del uso de la perspectiva, que pudo conocer gracias a que los comerciantes y misioneros extranjeros –conocidos como nanban, y principalmente, portugueses y holandeses– llevaron estos conocimientos a Japón mucho antes de nacer el propio Hokusai.

Hokusai empleaba dichas técnicas como un recurso más en su lenguaje artístico personal. En su obra hacía también homenajes a uno u otro artista, pero siempre buscando la originalidad a la par –si bien, como destaca Almazán en este libro, el maestro a veces pecaba incluso del plagio a sí mismo, o repetía distintos motivos o modelos en varias obras, a causa de, por ejemplo, sentir fijación por una situación o personaje en concreto–.
Katsushika Hokusai es un ejemplo de persona perteneciente a las clases populares, la gente de ciudad, denominados chōnin –podemos comparar, salvando las distancias, a dicha clase social con las clases baja y media europeas, por ejemplo, y que comprenden personas como comerciantes o artesanos–. Tal como pasó en Occidente, la obra de consumo popular –a la que pertenece el género ukiyo-e, que era un tipo de obra realizada con la idea de ser reproducida en masa, y en el que Hokusai se especializó– acabó ganando prestigio y siendo estudiada y respetada por su verdadero valor artístico y artesanal. El maestro nunca gozó de una gran riqueza, pero sí tuvo cierto renombre en diversas poblaciones de su país, así como realizaba multitud de encargos.
La fama internacional de que goza hoy en día le llegó a nuestro artista después de su fallecimiento. Muchos pintores, dibujantes y curadores coetáneos y posteriores a él como Toulouse-Lautrec contaron con obras del nipón entre sus colecciones personales. Este reconocimiento al artista coincidió con el final de las políticas sakoku establecidas por el shogunato Tokugawa, que resultaron en la apertura de Japón al exterior, y permitió que el resto del mundo se comunicase con los nipones sin sufrir el estricto control del bakufu –el tipo de gobierno encabezado por la figura del líder militar denominado shōgun, imperante en Japón hasta la desaparición de los samuráis–.
Katsushika Hokusai no vivía ni se comportaba como entenderíamos a un artista actual occidental y contemporáneo suyo y los que conocemos en la actualidad, sino de forma más similar a uno de nuestros artesanos. También hemos de entender a Hokusai como una persona inquieta y curiosa, en constante proceso de aprendizaje y formación. Itinerante, peregrinando y explorando su propio país. Si bien gozó de cierta fama en vida, nunca se desligó del todo de la clase baja y media, y su obra muestra constantemente homenajes a los quehaceres y la vida diaria de dichas personas.
Este compendio que nos ocupa, cuenta además en esta versión, con material redactado por el profesor David Almazán, –como sucede con otras publicaciones de Sans Soleil– que nos explicará todos estos aspectos de forma exhaustiva, y que nos pondrá en situación ante las imágenes que contemplaremos a lo largo de sus páginas.
Las obras más conocidas de Hokusai, juntas en estas 36 vistas del monte Fuji
Este 36 vistas del monte Fuji supone todo un ejercicio y muestra de lo que significa un viaje. Mas no hablamos de un viaje en el sentido estricto de la palabra –que también–, sino de un viaje espiritual. Y es que la importancia del monte Fuji, –en japonés, 富士山,o Fujisan– para los japoneses, va más allá de tratarse de ser algo atribuido a la montaña –en realidad, un volcán– más alta de su país, con unos más que respetables 3776 metros de altitud. El monte Fuji tiene un valor espiritual y religioso para el pueblo del país del sol naciente, y está relacionado tanto con la religión sintoísta, como con la budista –especialmente con esta última, siendo la primera ascensión documentada al monte, la realizada por un monje budista anónimo, allá por el siglo VII d. C.–. La forma del Fuji se considera la más cercana a la perfección para el pueblo japonés.
En nuestra época, este majestuoso volcán –actualmente activo, pero con un bajo riesgo de erupción, y que no ha mostrado ninguna desde el periodo Edo, en concreto, desde el año 1707–, aún goza de gran relevancia, pero es en tiempos de Hokusai y en épocas anteriores en los que la peregrinación al monte Fuji cobraba un valor vital para las personas de todo Japón.
Tropas samuráis entrenaban cerca de su base, grandes líderes como el shōgun Minamoto no Yoritomo practicaban el tiro con arco a caballo en la zona, importantes daimyō como Takeda Shingen están totalmente asociados a la zona –la antigua provincia de Kai–, multitud de artistas han escrito poemas con el Fuji como motivo, y la zona es hogar de importantes templos como el Fujisan Hongū Sengen Taisha –sintoísta– o el Taiseki-ji –budista–.
La visita al monte Fuji significa toda una prueba de valor y esfuerzo, a la par que se persigue valorar y apreciar tanto el viaje como las vistas desde su cima. Hokusai, era un artista especialmente fascinado por su orografía –y es algo que notaremos a cada paso, en cada una de las láminas que recoge este libro–, las formas geométricas en que podía descomponerlo y con las que podía relacionarlo en el resto de cada imagen, y su simbología, y no podía evitar emplear el Fuji en composiciones anteriores a estas 36 vistas del monte Fuji, no sólo como un recurso estilístico y compositivo, sino como un elemento de vital importancia en muchas de sus obras. Por supuesto, estas vistas del Fuji que veremos en este libro, no fueron las últimas que realizó el artista, si bien, son las más conocidas que ha llevado a cabo.
El libro que nos ocupa, no es simplemente una colección de 36 imágenes realizadas por el artista en las que aparece dicha montaña, tal cual. Este compendio tuvo un sentido mucho más allá de hacer honor a su título, algo que se acentúa en esta edición española, con los textos que explican cada obra, introduciéndonos en su contexto. La idea de publicar esta colección la tuvo Hokusai junto a su editor, Nishimura Yohachi, con el que Hokusai había trabajado en multitud de ocasiones, y con quien había desarrollado una relación de confianza mutua a lo largo de los años.
El plan de Yohachi era, mediante su editorial, la prestigiosa Eijudō, aprovechar que había llegado a Japón un nuevo tipo de fórmula para crear un pigmento de color azul, el de Prusia –Berliner Blau en alemán, que fue inventado por Heinrich Diesbach en Berlín en 1704, y que llegó a Japón más de cien años más tarde–, para así realizar una serie de impresiones en las que predominase el color azul –Esta técnica de impresión en azul se conoce como 藍摺絵, o aizuri-e–, realizado mediante este pigmento azul de Prusia.
Hokusai, no sólo dibujante, sino también estampador de profesión, trabajó codo con codo con el equipo de la editorial para dotar a las xilografías –uno de los tipos de estampación más antiguos del mundo, que fue muy popular en Japón, y por el que se conocía al ukiyo-e, basado en el trabajo en planchas de madera– de un espíritu único. En las diversas obras que el artista produjo para esta serie de vistas del Fuji, notaremos esto a cada paso, llegando a emplearse el azul incluso para los contornos y siluetas, y también mostrándose una maestría incomparable a la hora de emplear transiciones y transparencias con dicho color en las distintas láminas. Algo que ha recogido sabiamente la presente edición.

El resultado, es el esperable a manos de un artista de dicho talento y capacidades como lo fue Hokusai, y se tradujo en obras legendarias como La gran ola de Kanagawa, El Fuji rojo, o la Tormenta debajo de la cumbre, mas no fueron estas tres las únicas reseñables de todo el compendio, como comprobaremos nada más comenzar a recorrer y disfrutar este libro.
Hokusai fue siempre conocido por su tratamiento de la figura humana y de los animales en sus obras, y por introducir diversos guiños, anécdotas e incluso pequeñas bromas en sus obras, haciendo que un paisaje no mostrase tan sólo los elementos de la naturaleza, sino la interacción del ser humano y de los animales con dicho panorama.
Con esto, el maestro logra no sólo entretener al espectador y crear una obra variada –pues hemos de saber que hacerse un hueco en el sector resultaba harto complejo, dada la existencia de multitud de obras que mostraban las vistas del monte Fuji y otros paisajes típicos y monumentos de Japón, las cuales, estaban a la orden del día en vida de Hokusai–, sino, por añadidura, llega Hokusai a elaborar un relato visual que nos habla del Japón de su época, sus costumbres y las distintas clases sociales que lo poblaban, lo cual dota a la obra de este artista de un valor extraordinario a nivel cultural, que va más allá del meramente técnico y artístico.
En cada lámina percibiremos en lugar de a un caballo cualquiera, puesto ahí para adornar una vista, advertiremos además a un equino que ha perdido una herradura, o a otro que se niega a continuar el camino, o varios que llevan en su grupa y a toda velocidad a unos mensajeros –y de ahí la importancia de que aparezcan dichos animales en dicha lámina en concreto–.
Todo lo coloca Hokusai con un por qué –en ocasiones, todo sucede lisa y llanamente con objeto de realizar una composición novedosa y llamativa–. Veremos a samuráis con sus escoltas, desfilando, o practicando la cetrería, y también a campesinos interactuando con estos guerreros; a niños jugar con sus mascotas, y a gente que, pese a tener una preciosa vista del Fuji a tiro de piedra, se encuentra tan afanada en sus quehaceres diarios que apenas distraen la mirada de sus trabajos para contemplar el majestuoso volcán, no vaya a ser que ocurra algún accidente laboral.
El propio editor no planteó la colección de 36 vistas como un número fijo –el 36 es más bien escogido debido a que en Japón tiene un valor simbólico–, sino que se pensó como un conjunto que podía incrementarse. De hecho, fue tal el éxito de la edición original, que Nishimura Yohachi encargó a Hokusai diez grabados adicionales para una edición posterior, los cuales el maestro realizó en esta ocasión pensando en contornos de color negro, y con un mayor número de detalles y figuras humanas en ellos. Esta edición española que tenemos entre manos, recoge tanto las treinta y seis vistas originales, como las diez añadidas posteriormente.
La edición, toda una lección de respeto hacia el Japón de Hokusai
El trabajo de diseño gráfico y de maquetación ha corrido a cargo de Habemus Estudio Dicho trabajo se compagina en este libro junto a la obra del propio Hokusai y los textos que Almazán ha realizado para explicar cada lámina de forma pormenorizada. Tanto la presentación de este volumen como su maquetación y estructuración interna, son todo un ejemplo de respeto por el trabajo del artista nipón.
Respeto que comienza por el mero formato en que se presenta, horizontal, homenajeando al empleado por Hokusai para las propias láminas –debido a esto, cada vez que aparece una de las vistas realizadas por el maestro, estas cubrirán prácticamente por completo la página en que las observemos, haciendo que nuestra mirada sea completamente atrapada por ellas–.

La portada muestra, cómo no, la que se considera la obra cumbre del maestro japonés y una de las obras maestras del mundo del Arte, la cual volveremos a encontrar dentro del libro: La gran ola de Kanagawa, que llamará poderosamente nuestra atención. Las guardas nos enseñan también parte de otra obra de Hokusai, Uneri no Fuji –el Fuji del oleaje, aunque en esta ocasión perteneciente a otra colección suya, el volumen segundo de Cien vistas del monte Fuji, posterior a 36 vistas del monte Fuji–.
Incluso veremos el título en japonés en la portada de este libro, y el logotipo o emblema –mon– de la editorial Eijudō en el colofón del libro, tal como si tuviéramos entre manos una edición japonesa de este 36 vistas del monte Fuji –el propio Hokusai hace diversos guiños a esta editorial a lo largo de la colección, colocando en las distintas láminas incluso publicidad a la misma, como el propio David Almazán nos va descubriendo a cada paso que damos en esta ruta alrededor del monte Fuji–.
Se ha escogido una encuadernación en cartoné, lo que da al libro cierto empaque y peso visual y que le aportará durabilidad. Pese al formato horizontal, el tipo de encuadernación y el número de páginas, apenas se aprecia el peso del libro durante su uso, y podéis creerme cuando os digo que he pasado largas horas sosteniéndolo y contemplando las distintas representaciones de láminas de Hokusai.
Se emplea un papel mate, con cierta rugosidad, y con un valor correcto de blanco, a la par que muestra un perfecto contraste entre blancos y negros, lo que facilita la lectura del texto –mostrado mediante una tipografía con remate, ágil a la hora de leerse– que acompaña a las obras del estampador nipón.
Al no poseer brillo el papel, podremos percibir cada detalle de cada obra de Hokusai sin problemas por esta parte, y podremos distinguir correctamente entre los distintos tonos, semitonos y luces. No se ha encontrado un solo error de impresión en el ejemplar que se ha reseñado, y los colores se muestran correctamente –a destacar que los azules, los tonos clave en estas vistas del monte Fuji, se han trasladado con gran tino. Apreciaremos los mencionados contornos realizados por el artista y el equipo editorial en color azul de forma perfecta–.
La edición y el trabajo de Almazán enriquecen la obra del maestro Hokusai
Algo a valorar como añadido en esta edición española de 36 vistas del monte Fuji, es el exhaustivo trabajo del doctor Vicente David Almazán Tomás, profesor de arte japonés del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, que nos acompañará a lo largo de toda la colección de obras, como sucede en otras obras editadas por Sans Soleil sobre el arte nipón.
El libro comienza con una breve introducción escrita por Almazán, que nos habla sobre gran parte de la vida de Hokusai, su trayectoria profesional y editorial, y, lo más importante, nos pone en situación, ya que, si las 36 vistas –en realidad 46– del monte Fuji son un ejemplo de viaje, también lo será esta introducción, que nos permitirá desgranar la colección obra por obra, una vez conozcamos los datos que Almazán nos transmite en este texto.
El profesor nos habla de la inconmensurable relevancia del puente Nihonbashi, de la ciudad de Edo –y de la relación de esta ciudad con Hokusai y el género ukiyo-e–, del monte Fuji, y de los distintos barrios de Edo, de otros enclaves y distintas carreteras y caminos clave en el Japón de la época en que se realizaron las láminas –carreteras como la Tōkaidō o la Kōshū Kaidō–, y desde los que se podía ver el monte Fuji. Nos irá contando Almazán qué vemos en cada lámina, y distintos detalles sobre cada personaje que aparece, así como ciertos aspectos sobre su comportamiento, rutinas y aspecto.
El orden a la hora de visionar las distintas láminas ha sido escogido por el propio David Almazán, estableciendo una relación entre las distintas obras según temas comunes o zonas relacionadas, si bien, como él mismo nos dice en el libro, la configuración de esta edición se ha realizado de forma que el lector pueda establecer su recorrido de la forma que prefiera –de hecho, Almazán lleva a cabo explicaciones de un mismo término, situación o vocablo en distintas láminas, para favorecer esto mismo–. Si bien podemos disfrutar del libro sin leer los distintos comentarios y la introducción redactada por Almazán, os conmino a leer el texto del profesor, ya que nos permite disfrutar cada obra mucho más, al habilitarnos comprender todo su contexto, qué sucede, por qué sucede, y por qué aparece, así como la forma en que Hokusai ha pensado cada lámina y por qué la ha realizado con una u otra composición en mente.
Además, no se hablará de lo que aparece en cada lámina de forma aislada, sino que Almazán mencionará en cada obra la relación existente entre el trabajo en cuestión y otras obras de Hokusai, así como el lenguaje establecido entre la obra del maestro y otros grandes artistas anteriores, coetáneos y posteriores al ilustrador.

Lo más destacable del texto introductorio y del que acompaña a las diversas láminas, es que nos permite a los lectores –incluyendo a aquellos que no sepan apenas nada sobre Japón– conocer diversos aspectos sobre el arte nipón y la cultura japonesa, así como sobre parte del funcionamiento de la sociedad de la época de Hokusai. Veremos distintas celebraciones, costumbres, profesiones y enseres y actitudes asociados a estas, clases sociales y su comportamiento y vestimenta, y un largo sinfín de detalles que enriquecen la lectura del volumen que tenemos entre manos.
Es también digno de mencionar que la forma en que se expresa Almazán es harto comprensible, y huye de emplear excesivos tecnicismos –y los que emplea, los define y explica de forma acorde, tal como sucede con el elevado término de vocablos de origen japonés que aparecen en este libro–. Muestra el profesor siempre un lenguaje cercano al lector, y, además, en muchas ocasiones, Persigue establecer distintos puentes entre la cultura japonesa y la española, para facilitar, mediante estas relaciones, nuestra comprensión.
Almazán nos explica cómo llevó a cabo el artista las láminas, qué y quién aparece en ellas y por qué lo representa de la forma en que lo hace, así como la simbología asociada a cada elemento que vemos en cada obra. Entenderemos el significado de que aparezcan grullas de determinada manera en una lámina, el sentido que tiene representar una cometa con forma de un animal en concreto, y decenas de elementos más que el doctor nos explica a lo largo de estas páginas.
Todo esto nos permite imaginarnos cómo fue el Japón de Hokusai, lo que nos hace aprender a cada paso que damos a lo largo del disfrutable peregrinaje al monte Fuji en que se convierte la lectura de este volumen.
Valoración
Calidad literaria - 95%
Agilidad narrativa - 95%
Edición - 95%
Competencia lectora - 85%
Relevancia general - 95%
93%
«36 vistas del monte Fuji»
Una obra completamente imprescindible para los amantes del arte nipón, aunque también muy recomendable para aquellas personas que desconozcan la cultura y el arte japoneses, ya que les permite, de la mano de David Almazán, acercarse al Japón del maestro Hokusai, y a la obra de dicho artista. Una magnífica edición, cómoda y amena de leer, y todo un disfrute visual e intelectual. El amor por la obra del maestro artista es más que palpable, y desde el equipo de CoolJapan.es, esperamos que os ayude a aquellas personas que la desconozcan, a acercaros a la obra de Katsushika Hokusai de la mejor forma posible, comenzando por algunas de sus obras maestras, explicadas de forma pormenorizada en este libro. Este volumen os dará ganas de peregrinar al monte Fuji, si es que acaso no las teníais previamente.